Con su cuestionada victoria en los comicios regionales del domingo en Venezuela, el chavismo reafirmó que “está vivo” y que, al menos por la vía electoral, jamás soltará las riendas del poder, tras casi 19 años de control, y que sólo aparentará que permite que el antichavismo logre unos escasos núcleos de mando político aunque sometidos al constante acoso del régimen gobernante y al riesgo de perderlos por maniobras oficialistas.

El triunfo chavista reafirmó la orfandad de la oposición, aceleró la falta de credibilidad (interna y externa) del oficialismo, retrocedió la crisis a un punto cero, exacerbó la división opositora, alejó la opción de diálogo entre ambos bandos y reabrió la ruta de la violencia callejera como escenario de dudoso arreglo real para el agudo conflicto político, institucional y socio económico venezolano y que, de abril a julio pasados, dejó unos 125 muertos.

En el medio está el principal actor: la mayoría de los 31 millones de venezolanos que luchan a diario por sobrevivir.

“Hay gran desasosiego”, advirtió Luis Cedeño, director ejecutivo de Paz Activa, organización de Caracas que estudia la seguridad. “Ganar unas elecciones, claramente fraudulentas en sus números y en sus condiciones, tampoco significa que el gobierno esté fortalecido”, señaló a EL UNIVERSAL .

“En pocos meses se puede deteriorar la situación y que el mismo pueblo exija cambios. Por supuesto que no será una salida electoral sino una por explosión social, que no es deseable porque genera violencia, reacciones de mano dura del gobierno” y a la espera de que surjan las “reservas democráticas”, subrayó.

Con un salario de un dólar diario en hiperinflación, devaluación y carencia generalizada, las protestas “surgirían por la gravísima escasez, más que por reclamos de derechos políticos”, afirmó.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, proclamó que el chavismo arrasó, “está vivo”, en la calle y “triunfante” al ganar 17 de las 23 gobernaciones, que la oposición venció en cinco y que sus fuerzas ganarían el último estado en pugna. El oficialismo tenía 20, por lo que perdió tres, y la oposición avanzó de tres a cinco.

La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que agrupa a la oposición y tiene un apoyo foráneo sin impacto local, rechazó las cifras del Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el régimen, y denunció que un gigantesco fraude le despojó del triunfo. El chavismo negó esa acusación y replicó que la MUD reconoce al CNE sólo cuando gana.

Un temor que cunde es que si los cinco gobernadores de la MUD se niegan a jurar ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), a la que la oposición reprocha de ser electa en una farsa de comicios el pasado 30 de julio y califica de espuria e inconstitucional, podrían perder sus puestos por decisión de ese mismo cuestionado foro. Y si juran ante la ANC, la legitiman.

La derrota exacerbó la puja interna de la MUD, que se dividió entre los que aceptaron participar en la consulta con las reglas del régimen y los que se opusieron porque sería contraproducente. El resultado del domingo, recibido con reticencia en la mayoría de la comunidad internacional, impactará en un diálogo que, sin éxito, se gestiona desde octubre de 2016.

Dos ex presidentes latinoamericanos Andrés Pastrana, de Colombia, y Laura Chinchilla, de Costa Rica, ya cuestionaron el proceso. “Las dictaduras nunca pierden”, recordó Chinchilla en un mensaje de Twitter.


El chavismo reafirmó
que “está vivo” y que,
al menos por la vía
electoral, jamás soltará
las riendas del poder

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