San José

El capitán ultraderechista brasileño Jair Messias Bolsonaro, candidato a la presidencia por el Partido Social Liberal (PSL), podría llevar de vuelta a los militares al gobierno de Brasil por primera vez tras la dictadura que gobernó al país de 1964 a 1985.

Acompañado como aspirante a la vicepresidencia por Hamilton Mourao, un general de 64 años empeñado en exaltar a la dictadura militar, Bolsonaro, de 63 años y ultraconservador, emergió este año como personaje fulgurante del horizonte político brasileño. Previamente ha tenido siete periodos consecutivos como legislador federal, desde 1990, y con un largo viaje por distintos partidos de derecha.

Al ingresar en el trecho final de la contienda, dos sombras surgieron como rivales del capitán Bolsonaro: su pasado militar —es capitán retirado del ejército—, factor sin perdón ni olvido para numerosos sectores de la población brasileña todavía con deudas pendientes con el régimen castrense, y el encarcelado ex presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, cuya posibilidad de competir por la presidencia por el momento permanece en duda.

Si las autoridades electorales sacan definitivamente a Lula de la carrera, el escenario se abriría para Bolsonaro, con perspectivas reales de triunfar, al menos en la segunda ronda, programada para el 28 de octubre. Para la primera, el 7 de ese mes, la opción de obtener más de 50% de los votos parece improbable.

Con una carrera política que despegó en 1988, al ser electo concejal por Río de Janeiro, ganó fama como promotor de un menú político profundamente nacionalista, conservador, anticomunista y antiizquierdista en general, pero también quedó en el corazón de las controversias por arrastrar un pesado fardo de defensa de la dictadura militar.

Por eso, Bolsonaro y Mourao cayeron en contradicciones.

De un lado, el capitán aclaró en campaña que aunque tiene argumentos para respaldar el proceso de los gobiernos militares, tampoco está a favor de un retorno de ese tipo de sistema político. Del otro, el general sugirió que las fuerzas armadas podrían ejecutar un golpe de Estado frente a la crisis generalizada que sofoca a Brasil y elevó las políticas de torturas y represión desplegadas por la dictadura militar al rango de heroicidad, un elemento perturbador en ese país.

Bolsonaro ha ganado adeptos y escaló posiciones por sus actitudes autoritarias y antidemocráticas y con reales signos “ultras”, como racismo por discriminación a los indígenas, machismo, homofobia y misoginia.

Nacido en 1955 en el sureño estado de Sao Paulo, de origen italiano, casado tres veces y con cinco hijos, este hombre, que en la década de 1970 inició su carrera militar, sorprendió en 2017 en una alocución pública en Río de Janeiro al afirmar que sus primeros cuatro hijos son hombres, pero “me dio una debilidad y vino una mujer”, al referirse a Laura, su hija entonces de 6 años.

A los indígenas los ha calificado de “mal olientes y sin educación”.

Sobre los homosexuales ha dicho que preferiría que un hijo suyo muriera a que formara pareja con un “hombre con bigote”. “Si veo a dos hombres besándose en la calle, los voy a golpear”, dijo, en un país marcado por una profunda diversidad sexual.

Sin embargo, anticomunismo, militarismo, machismo, racismo, misoginia y homofobia dan réditos electorales al capitán, más allá de temores por el retorno del ruido de los sables a Brasil.

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