Antigua, Guatemala.— La defensa del multilateralismo y la urgencia de hallar fórmulas para paliar el drama migratorio protagonizado por miles de latinoamericanos dominaron los discursos de jefes de Estado y de gobierno presentes en la XXVI Cumbre Iberoamericana de Guatemala, que concluyó ayer.

La crisis migratoria, en un momento en que multitudinarias caravanas de migrantes tratan de alcanzar Estados Unidos desde Centroamérica, fue uno de los denominadores comunes en este foro al que asistieron los gobernantes de 14 países de la región y vicepresidentes, cancilleres o ministros de los otros ocho. De hecho, se aprobó un comunicado especial en el que se insta a respetar los derechos de los migrantes y se rechaza la discriminación.

“El énfasis es por una migración ordenada, regular... Se rechazan todas las muestras de racismo, xenofobia y discriminación que sufren los migrantes y refugiados”, dijo la titular de la Secretaría General Iberoamericana (Segib), Rebeca Grynspan, al dar las conclusiones finales del evento.

La migración acaparó gran parte de la reunión de los mandatarios en el último día de la cumbre, sobre todo por los altos flujos migratorios que salen desde Centroamérica. Grynspan explicó que el documento, además, pide reforzar los derechos y la protección a los niños y adolescentes migrantes de la región. También indicó que rechaza la separación de familias y que se insta a que el tema del refugio sea abordado de forma integral, tanto en los países de origen, como en los de tránsito y destino, de manera que se atiendan las “causas estructurales”.

Al asunto se refirieron los mandatarios de Honduras, México, Bolivia, Ecuador y Panamá. Especialmente contundente fue el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, de cuyo país procede una gran mayoría de las personas que se dirigen a Estados Unidos y quien hizo un llamado internacional “urgente” para que Naciones Unidas (ONU) coordine la atención necesaria al ciclo completo del fenómeno migratorio.

Los mandatarios unieron también sus voces en defensa del prisma multilateral frente al unilateralismo que propugna el presidente estadounidense, Donald Trump, quien aunque no fue mencionado de forma expresa, estaba en la mente de todos al referirse al convulso escenario global.

Como ya habían hecho el jueves los cancilleres, los líderes iberoamericanos apostaron ayer por el diálogo y el abordaje conjunto de los problemas que acucian a la región.

Por contra, los principales focos de convulsión regional —Venezuela y Nicaragua— junto a la lacra de la corrupción y la desconfianza ciudadana en las instituciones, que hace sólo unos meses protagonizaron la VIII Cumbre de las Américas en Lima, quedaron en Antigua relegados de los discursos de los líderes, salvo alguna mención aislada.

Los reemplazaron asuntos como el cambio climático, los avances en igualdad de género, el combate a la violencia contra las mujeres en una de las regiones con tasas más altas de maltrato, y la defensa de la democracia frente al autoritarismo mencionada por el jefe del gobierno español, Pedro Sánchez, aunque sin poner ejemplos.

La intervención más combativa fue la del presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, quien apeló a la diplomacia y el multilateralismo para encontrar una solución a las crisis en Venezuela y Nicaragua, lo que le costó una airada réplica del canciller nicaragüense, Denis Moncada, quien lo llamó “entrometido”, “racista” y “fisgón”. El presidente nicaragüense, Daniel Ortega, canceló de último minuto su participación en la cumbre.

Otros mandatarios expusieron asuntos domésticos, pero que concitan la atención regional, como el brasileño Michel Temer, quien garantizó una “transición tranquila” con el ultraderechista Jair Bolsonaro. Al clausurar el encuentro, el presidente anfitrión, el guatemalteco Jimmy Morales, entregó la Secretaría Pro Tempore de la Cumbre Iberoamericana al presidente de Andorra, Antoni Martí, donde se realizará la cumbre en 2020.

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