Los alrededor de 6 mil mexicanos que residen en Cataluña, según datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, son un buen reflejo del debate que vive estos días la sociedad catalana. Al igual que ella, sus posturas van desde el deseo de escindirse de España al desinterés por un debate que tiñe todos los actos del día a día.

Arturo Fernández Salazar recibe en su bar del barrio de Gracia. “Yo le voy al ‘sí’”, dice este nativo de Ciudad de México que llegó a Barcelona en el año 2000. “En Canadá o Reino Unido votaron y los independentistas perdieron, pero aquí ni siquiera los dejan expresarse. Yo quiero votar no más que en protesta, porque no permitieron hacer el referéndum. El Partido Popular [en el gobierno de España] impone siempre, y yo no estoy de acuerdo”, explica.

El barrio en que tiene su cantina es muy popular entre jóvenes izquierdistas partidarios de la independencia. Él está acostumbrado a la ebullición política. “Sólo algún turista que pasa por aquí no se entera tanto, pero el resto está todo el día hablando del tema. La gente dialoga mucho y no me parece que haya un clima de violencia para el día del referéndum. Somos muchos los mexicanos que queremos votar. Yo intentaré hacerlo, pero si hay conflictos tampoco me voy a poner a luchar”.

Fernández tiene doble nacionalidad y, además de la defensa del derecho a expresarse, apoya muchos de los argumentos prácticos de los independentistas: “Pago un montón de impuestos. Siento que podrían ser menos porque la mayoría del dinero se va a otras comunidades de España”. También le molesta que el gobierno central haya enviado a Cataluña estos días a miles de policías, generando en la población la impresión de que van a ser ocupados.

En el otro extremo, otro Arturo, apellidado Collignon, opina que a Cataluña no le interesa dejar España y salir de la Unión Europea.

Este copropietario de varios restaurantes que llegó hace 14 años a España tiene un debate interno sobre la pertinencia de votar. “Estoy en la duda. Por un lado, es un referéndum ilegal. Por otro, creo que sí votaré porque quiero darle un ‘no’ rotundo a la independencia y que esa posición se vea”.

Collignon, de Guadalajara, Jalisco, asegura que entiende los motivos de los catalanes. “Son quienes más aportan a la riqueza del país y están molestos con el Estado porque no llegan a pactar nada con él”, dice. Pero también cree que el gobierno catalán está manipulando el debate en su interés, tomando decisiones que pueden ser perjudiciales para el ciudadano. “El presidente catalán, Puigdemont, realmente ni ha dicho las consecuencias prácticas de salirse. Creo que ni él las sabe”. Y, bromeando, pone el ejemplo del futbol: “Por no saber, no sabemos ni en qué campeonato jugaría el Futbol Club Barcelona. Ésa no es una forma seria de decidir”.

Más allá del resultado, su preocupación es que la tensión de estos días eclosione en problemas más graves. “Me afecta el estrés y el caos en la calle. Todos sabemos que pasará algo el domingo, pero esperemos que no haya violencia”, dice.

Un tercer mexicano, Luis Forzan, refleja la posición de otra parte importante de la sociedad catalana, que ve poco interés en posicionarse en el asfixiante conflicto entre políticos de Madrid y Barcelona. Su prioridad es la vida cotidiana. “Mira, si te soy sincero, no estoy muy familiarizado con el tema. No sé realmente en qué me pueda afectar. Me quedo aquí porque tengo mi hija, que es catalana, y de igual manera todavía no puedo votar”, explica, aunque defiende el derecho “de expresión y voto”.

En México, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, a través de un comunicado, también exigió al gobierno español que permita la libertad de expresión, de cara al referéndum.

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