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Tijuana, BC.— En las calles de Constitución y Benito Juárez, en el corazón de esta ciudad fronteriza, retumbó el Himno Nacional mexicano que se alcanzó a escuchar en San Ysidro, que está a menos de un kilómetro, donde inicia la Unión Americana.

Ahí, 23 gobernadores, diputados federales, senadores, presidentes municipales de todos los partidos políticos, representantes religiosos, empresarios y el presidente Andrés Manuel López Obrador se unieron para defender la dignidad de México, refrendar la amistad con Estados Unidos y celebrar que el lunes no habrá aranceles.

El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, fue enfático y reveló lo catastrófico que hubiera sido para nuestro país la imposición de 5% de aranceles a las exportaciones mexicanas: hubiera caído la inversión, se habrían perdido aproximadamente 900 mil empleos, aumentarían los precios, hubiera ocurrido una caída económica y no habría Tratado de Libre Comercio (T-MEC).

Ebrard Casaubon fue el héroe para los asistentes y para los políticos. Todas las miradas y expectativa estaban centradas en él. Los políticos, que ocuparían el presidium, llegaron por sus propios medios, pero el secretario de Relaciones Exteriores subió al templete junto del titular del Ejecutivo.

En el “aplausómetro” no decepcionó. Sólo el Presidente alcanzó más ovaciones y aplausos que Marcelo Ebrard. Se le recibió con una fuerte algarabía, misma que agradeció a los presentes.

En el acto formal se le reconoció a Ebrard Casaubon el encabezar al equipo negociador mexicano ante Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, y el vicepresidente de esa nación, Mike Pence.

Las huellas de las batallas con Estados Unidos estaban presentes y el exjefe de Gobierno del antes Distrito Federal se levantó de su asiento, con su pantalón café y su camisa azul caminó hasta el atril y reveló un secreto: “Voy llegando de Washington (...) y si me notan un poco cansado es porque estuvimos muchas horas trabajando para evitar, como finalmente se logró, que no nos impusieran tarifas a México el día lunes”.

Los cristales de sus lentes se oscurecieron, debido al sol que le daba en el rostro, y después de decir que no habría impuestos para México, la gente estalló en júbilo.

Dijo que el Presidente de la República les pidió, a todo el equipo negociador, que fueran pacientes, pero no por ello tenían que dejar de plantear las preocupaciones y los argumentos de México.

Marcelo Ebrard fue el único integrante del gabinete presidencial que hizo uso de la palabra. Y dijo que el panorama adverso se alejó y en la negociación tuvo éxito, pero no echó todas las campanas al vuelo, pues advirtió que debemos estar vigilantes y muy aplicados en la relación con Estados Unidos: “No quiere decir que nos olvidemos, pues vamos a trabajar muy fuerte los próximos meses para defender a México, para evitar cualquier decisión que nos pueda afectar”.

Al finalizar su participación, fue directo y le dijo al Presidente de la República: “No ganamos todo, pero sí ganamos que no haya tarifas y como le dije hoy [ayer] al Presidente de la República cuando le rendí mi reporte: ‘No hay tarifas, Presidente, y salimos con la dignidad intacta’”, dijo y la gente explotó en gritos de: “¡Marcelo, Marcelo, Marcelo!”.

Cuando Andrés Manuel López Obrador tomó la palabra, también reconoció su labor y expresó que estaba orgulloso del trabajo profesional, político y diplomático de la delegación mexicana que estuvo a cargo del complejo y difícil asunto.

Hoy se desactivó el evento de protesta y de reclamo contra Estados Unidos y nació una celebración que unos cuantos interpretan como que México entregó todo.

Pero hasta San Ysidro retumbaron las bocinas con los tambores y trompetas del Himno Nacional, el Presidente de la República ahora sí lo cantó y sacó el pecho orgulloso de ser mexicano, incluso dijo que “los mexicanos son mucha pieza”.

Al finalizar el evento multitudinario sobre la calle de Constitución, en la dulcería Ayala, dos piñatas sobresalían: una de Andrés Manuel López Obrador y otra del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con los brazos extendidos, dos piezas que parecía que se fundirían en un abrazo.

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