En diciembre Trump anunció que, ahora sí, retiraría a sus tropas de Siria. ISIS, dijo Trump, la única razón para que esas tropas estuviesen en ese país, había sido “derrotada”. Funcionarios de la Casa Blanca informaron que este retiro tendría lugar en un lapso de 30 días. El anuncio provocó una oleada de reacciones (lo que analizamos en este texto: https://bit.ly/2su0vXC), entre las que se incluyó la renuncia del secretario de defensa Mattis, expresiones desde la preocupación hasta la alarma entre aliados como Israel o los kurdos en Siria—quienes fueron armados, entrenados y asistidos por EU precisamente para el combate a ISIS—y la satisfacción por parte de actores como Turquía o Rusia, quienes probablemente sacarán ventaja del vacío que EU dejará.

El control de la crisis provocada por Trump no se hizo esperar. El secretario de estado Pompeo y el consejero de seguridad nacional Bolton han intentado durante las últimas semanas matizar lo dicho por el presidente y ampliar el calendario de retiro, además de emitir discursos e idear medidas para compensar lo que parece ser una decisión sin reversa. Desde esta óptica Trump es visto, incluso por su círculo más cercano, como un presidente que necesita ser cuidado, protegido, corregido y/o cuyas acciones necesitan ser balanceadas. Lo ocurrido en las últimas semanas es un buen caso para ejemplificarlo. Hoy en el blog algunos apuntes al respecto:

1. La realidad es que, desde tiempos de Obama, la Casa Blanca intentó evadir la guerra siria en la medida de lo posible, dejando que fuesen sus aliados quienes apoyaran más activamente a la rebelión y respaldando solo mediante financiamiento, logística, inteligencia y posteriormente mediante armamento a los enemigos del presidente Assad. La presencia de tropas terrestres estadounidenses solo llegó cuando fue evidente que Washington no podía combatir a ISIS únicamente en Irak y exclusivamente mediante ataques aéreos. Aún así, el despliegue terrestre en Siria fue limitado a 2,000 tropas para entrenar y asistir a milicias mayoritariamente kurdas a fin de arrebatar el territorio que ISIS controlaba, y tenía un objetivo concreto: combatir a esa agrupación islámica. Sin embargo, la presencia estadounidense en Siria ha tenido otro tipo de efectos políticos y simbólicos en términos de muchos otros actores que operan en ese territorio a raíz de la compleja guerra que tiene lugar ahí desde 2011.
 

2. Como hemos explicado, no obstante, para Trump era indispensable regresar a esas tropas a casa lo antes posible. Para este presidente y la base que le apoya, Washington no tiene nada que hacer luchando conflictos ajenos y defendiendo a aliados si es que no obtiene réditos claros de los recursos financieros y humanos que invierte. Por eso, una vez que a ISIS le ha sido arrebatado prácticamente todo el territorio que llegó a poseer en la región, Trump anuncia que las 2,000 tropas deben regresar.
 

3. Esta decisión provocará vacíos y obstáculos en al menos los siguientes frentes: (a) ISIS aún conserva la posibilidad de reagruparse y contraatacar pues mantiene unos 20 a 30 mil combatientes en la zona (además de operaciones en más de 20 países de la región); (b) las milicias kurdas aliadas de Washington que actualmente controlan 25% de Siria, quedan desprotegidas y a la deriva, sujetas a posibles ataques por parte de Turquía, o incluso de Assad, y tendrán que concentrarse en enfrentar esos potenciales ataques, con lo que ISIS podría aprovecharse de la situación; (c) Rusia y especialmente Irán, muy satisfechos con la decisión de Trump, aprovecharán el vacío para afianzar sus posiciones e influencia en territorio sirio. La creciente presencia militar iraní en Siria ha provocado reacciones violentas por parte de Israel, y la ausencia estadounidense tenderá a incrementar el potencial conflictivo de este factor.
 

4. Esta serie de temas y otros más, han sido cuidadosamente analizados tanto a nivel interno en EU como a nivel externo, lo que ha provocado infinidad de presiones sobre la Casa Blanca. Como resultado, a lo largo de las últimas semanas, distintos actores en Washington se han dedicado a trazar una serie de respuestas para intentar moderar la decisión del presidente, o bien, han buscado implementar medidas de adaptación para intentar contener algunos de los impactos de dicha decisión. Acá algunos ejemplos:
 

a. Extender los tiempos. A pesar de que inicialmente se había dicho que Trump habría exigido que las 2,000 tropas regresen a casa en un lapso de 30 días, varios funcionarios, incluido el propio Bolton, han dicho que este retiro podría tomar varios meses, “incluso años”. Cuando esto fue clarificado, algunos actores internos como el senador Lindsay Graham, abiertamente opuesto a la decisión de Trump, y otros externos como Netanyahu, expresaron sentirse mucho más tranquilos. El calendario de retiro, sin embargo, sigue siendo tema de señales confusas. El fin de semana se anunció que el repliegue de tropas estadounidenses ya había iniciado. Luego, se aclaró que únicamente habían empezado a regresar “equipo” a casa. Y posteriormente Trump reiteró vía Twitter que el retiro estaba ya comenzando. 
 

b. Giras de Bolton y Pompeo por Medio Oriente. Ambos funcionaros han estado visitando aliados de Washington, buscando comunicar que el despliegue de tropas será paulatino y que aún tras éste, Washington seguirá comprometido con sus alianzas.
 

c. Discursos y declaraciones delineando la política estadounidense contra Irán. Llevamos ya varias semanas en las que hay una línea discursiva común entre varios miembros del gabinete de Trump, la cual reitera la determinación de Washington a impedir que: (1) Irán se arme nuclearmente; (2) siga financiando y armando milicias e interviniendo directa o indirectamente en conflictos regionales; (3) consiga afianzar una posición militar definitiva en Siria. Esto incluye el compromiso de que Washington empleará todas las acciones diplomáticas que hagan falta para detener a Irán, a pesar de ya no encontrarse en Siria.
 

d. Filtraciones a la prensa, las cuales incluyen una solicitud por parte de Trump el año pasado—solicitud efectuada bajo presión de Bolton—para que el Pentágono ofreciese distintas alternativas a fin de atacar Irán. Este reporte de prensa refuerza simbólicamente el mensaje de que, a pesar de retirarse de Siria, Washington tiene muy clara su prioridad de oponerse a Teherán, incluso ante el riesgo de una confrontación militar.
 

e. Amenazas a Turquía si ésta ataca a los kurdos. De muy distintas maneras, la administración actual ha procurado enviar el mensaje de que “no existe acuerdo alguno” entre Trump y el presidente turco Erdogan que permita a este atacar a los kurdos, aliados cruciales de Washington en el combate a ISIS. Esto, por supuesto, ha enfurecido a Ankara, pues Erdogan asegura que había ya un plan acordado con Washington. Turquía, una vez más, exige a la Casa Blanca definir sus prioridades reconociendo y respetando a Turquía, su aliada de la OTAN.
 

Seguiremos monitoreando Medio Oriente y otras regiones en donde lo anterior se ha estado presentando.

5. Todos los elementos anteriores son solo ejemplos de lo que ya hemos entendido como una secuencia acostumbrada bajo la administración de Trump: (a) El presidente toma decisiones frecuentemente orientadas por su línea discursiva de “America First”, y muy dirigidas a su base política interna, pero que parecen desconocer un panorama geopolítico global que es bastante complejo y que, por tanto, ignoran las consecuencias que dichas decisiones pueden tener para efectos de los propios intereses estratégicos de la superpotencia; (b) Esto ocasiona que un número de actores en Washington (tanto duros como moderados) activen una serie de mecanismos para intentar contener los efectos de las decisiones tomadas por el presidente; (c) Cuando esto ya no es posible, dichos actores buscan al menos absorber los costos de las decisiones tomadas, ideando medidas de adaptación ante los efectos provocados por Trump.
 

Twitter: @maurimm

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