Tlahuelilpan.— A Tlahuelilpan la desgracia le llegó entre llamas y un olor a gasolina que se sentía hasta los intestinos. La explosión de una toma clandestina en un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex), el 18 de enero de 2019, dejó un saldo extenso: 137 víctimas mortales, 194 huérfanos, cientos de padres sin hijos y una economía inestable para los que hoy cuentan lo que pasó.

Víctimas colaterales de la tragedia o no, en Tlahuelilpan y sus comunidades aledañas los vecinos coinciden en que la explosión cambió los ánimos y deterioró la economía de esa tierra.

Primero, dicen algunos vecinos, porque hombres y mujeres —cabezas de familia— perdieron la vida en el siniestro y con ello sus actividades económicas se apagaron. Y segundo, porque antes de la explosión la economía también se mantenía gracias a actividades en la ilegalidad, como el robo de combustible y la venta de huachicol.

—La explosión generó cambios en el empleo y el entorno social, ya vamos para un año y esto no se ha mejorado en ningún aspecto. Si estábamos marginados, ahora lo estamos más desde esa desgracia —platica don Alejo, cuidador del panteón municipal, donde fueron enterradas 52 víctimas de la explosión.

—Las cosas están muy tristes, aquí nada volvió a ser igual —coincide Efraín, vecino de la comunidad de Teltipán, mientras visita el lugar de la explosión, donde una desgarrada Bandera de México ondea entre nichos y cruces.

De acuerdo con don Alejo y Efraín, la venta del huachicol disminuyó considerablemente después de la explosión y, sobre todo, las muertes. Sin embargo, en su opinión, “poco a poco algo se va moviendo”.

—Con la explosión la actividad ilegal disminuyó casi totalmente, pero ahora comienza a reactivarse. Antes el mercado era muy grande, hubo un momento en que por la competencia el combustible costó hasta 5 pesos por litro (...) Ahora se sigue vendiendo, pero el contacto es por los celulares. Quienes distribuyen tienen clientes y entre ellos se avisan que hay “agua” [huachicol] —cuenta don Alejo.

Siguieron picando

Las voces de don Alejo y Efraín no son las únicas que aseguran que la venta ilegal de combustible continúa en la región, entre los huérfanos y las viudas de la tragedia la opinión es la misma.

Las cifras de Pemex respaldan los dichos: de acuerdo con la estadística que obra en la Gerencia de Estrategia y Sistemas de Seguridad y Monitoreo de Petróleos Mexicanos, durante 2019 en Tlahuelilpan aumentaron en más de 1000% las tomas clandestinas detectadas.

Según las cifras oficiales, entre enero y septiembre de 2018 se detectaron 14 tomas en Tlahuelilpan. Para el año siguiente y en el mismo periodo el cambio fue drástico: hubo 161 “piquetes”.

Algo similar pasó en los municipios aledaños a Tlahue y donde también hubo decenas de muertos. En Tetepango las tomas clandestinas aumentaron de 44, entre enero y septiembre de 2018, a 252 en el mismo periodo del año de la explosión; en Tlaxcoapan pasaron de 30 a 139 y en Tezontepec, de 28 a 66. En el estado de Hidalgo los datos de Pemex señalan que se pasó de mil 486 a 3 mil 266, es decir, 12 tomas por día.

—Hay quienes dicen que ellos se lo buscaron, que nadie los mandó, entre nosotros tenemos opiniones diferentes. Otros se preguntan por qué el gobierno apoya a las víctimas si no eran trabajadores de Pemex —remata don Alejo al recordar el día en que helicópteros y funcionarios llegaron a Tlahue por una explosión que sembró 137 muertes.

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