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Los hilos entrelazados de algodón fino dibujan la tierra, las montañas y las estrellas en una textura suave, este hermoso paisaje se desborda en el rebozo de Erick Ibañez, de 19 años, cuya inquietud por encontrar sus raíces lo llevó a tejer telares.

Originario de la Ciudad de México, pero de padres oaxaqueños, de la Mixteca, Erick descubrió en el tejido una forma de reavivar la identidad indígena, resaltando la cosmovisión que cada cultura del país expresa mediante sus prendas y bordados.

Lo que empezó como un hobby hace siete años, hoy lo ha llevado a formar un micronegocio, cuyas creaciones han sido exportadas a Canadá y Argentina.

Relata que su inicio se dio cuando pasaba por el mercado de Sonora y vio a una artesana elaborando un telar, fue tan grande su impresión que decidió imitar el trabajo.

“Me dio curiosidad cómo armaba un lienzo con unos palitos y me puse a investigar qué era eso, encontré que era un telar de cintura y por ella aprendí”, señala, y añade que comenzó a realizar más piezas, entre rebozos y huipiles.

Al compartir su trabajo en redes, sus contactos se interesaron y así surgió el primer cliente. Ahora se dedica de lleno al oficio; su sueño es ingresar al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) para explotar a mayor escala sus textiles.

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