Tlapa.— “El 21 de mayo, Chicho cumplió 22 años, pero hace tres años y ocho meses que no sabemos de él”, platica Eleucadio Ortega, padre de Mauricio Ortega Valerio, uno de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, el 27 de septiembre de 2014.

Originario de la comunidad me phaa de Monte Alegre, del municipio de Malinaltepec, en La Montaña de Guerrero, Eleucadio dice que a Chicho le gusta la banda y el futbol, pero su mayor sueño es ser maestro bilingüe.

Con el sol cayendo a plomo y sentado en un banco de plástico junto a un tendido de palos medicinales, Eleucadio comenta que hasta la desaparición de Mauricio, se dedicaba al cultivo y venta de café; sin embargo, abandonó la tierra para viajar por el país y el extranjero, a fin de encontrar al muchacho.

En marzo pasado, la necesidad económica lo obligó a dejar medianamente la lucha por la presentación con vida de los normalistas, y de lunes a viernes viaja a Tlapa, ahí vende palos o árboles medicinales.

“Trabajo unos cinco días a la semana y luego me regreso para reunirme con los demás padres de los 43 o participar en jornada de lucha. Si hay oportunidad de seguir exigiendo la presentación con vida de nuestros hijos, ahí estaré. ¿Qué padre abandonaría a los suyos? Yo nunca”, exclama.

Su mirada parece perdida, pero luego la fija en su mercancía y comenta que le piden más los palos que limpian los riñones o el hígado. “Pásele, doñita ¿Qué le damos?”, grita Eleucadio en la calle Comonfort.

El hombre asegura que siente en su corazón que su hijo junto con sus compañeros están vivos. “Los tienen trabajando en algún lado”, dice esperanzado. “No vamos a parar de buscar, de luchar, de insistir que nuestros hijos están vivos, hasta que aparezcan”, recalca.

Han pasado más de tres años desde la desaparición de los 43 normalistas, don Eleucadio encabeza la organización que crearon los padres de familia para exigir a las autoridades su búsqueda y la aparición con vida. Actualmente, el hombre de campo ha tenido la necesidad de buscar trabajo para mantener a sus tres hijos, quienes continúan estudiando.

El padre de familia asegura que jamás han recibido un peso del gobierno, a pesar de las insistencias para que los padres desistieran de más reclamos en contra del gobierno federal. “Jamás recibimos un solo peso del gobierno. Nos ofrecieron millones a cada uno para que dejáramos de exigir justicia, para que nos fuéramos a nuestras casas resignados, con la idea de que nuestros hijos habían sido asesinados, pero jamás lo hicimos”, relata.

Al día, don Eleucadio, quien asegura nadie lo detendrá en la lucha por todos sus hijos, logra vender de 100 a 150 pesos por los productos que ofrece. El dinero va destinado completamente a la educación de sus tres hijos, de quienes desean logren terminar sus estudios profesionales.

Mientras espera a clientes, algunas personas logran reconocer a don Eleucadio —como padre de uno de los normalistas— y se detiene para saludarlo de mano o abrazarlo. Estos gestos los repiten principalmente los profesores de la región, quienes no sólo se acercan a él para pedir informes sobre sus productos, sino para reconfortarlo.

Eleucadio es un hombre que lucha, que todos los días ora por su Chicho, que cumplió 22 años.

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