Tijuana.- En Tijuana nació un santuario. Se trata de un refugio para la comunidad LGTBI que abrió sus puertas a casi un año de que vecinos intentara quemar el albergue Caritas -enclavado en un cañón al este de la ciudad- un espacio que albergaba a migrantes transgénero para expresar su rechazo hacia la diversidad .

Justo en el mes que la comunidad celebra Día Internacional contra la Homofobia , la Transfobia y la Bifobia , el Jardín de las Mariposas abrió las puertas de su segundo hogar. En el primero, iniciaron como un centro de rehabilitación que permitía el ingreso de homosexuales , lesbianas y transgénero , pero que poco a poco también empezó a solidarizarse con migrantes en tránsito .

Jaime, el coordinador y representante legal, recuerda que en el primer refugio el espacio era muy limitado, el área complicada y los servicios precarios. Pero en este nuevo inmueble, de tres pisos, no solo hay cuartos grandes en donde habrá litera, también hay un gran patio para actividades, pero lo más importante: es segura.

Para Priscila eso es invaluable, tener un lugar digno. Cuando llegó al refugio para migrantes FM4, en Guadalajara, se sintió confundida, antes de que pudiera decir cualquier cosa los encargados ya le habían lanzado un listado de todo lo prohibido para ella. Lo más importante: no podía dormir en el área para mujeres ni en la de hombres. Y así, después de escapar de una muerte segura en El Salvador, durante dos noches durmió en el patio del albergue –en un tendido arrojado sobre concreto- a un lado de la pequeña casa de Capitán, un perro callejero con más privilegios que cualquier migrante trans, como ella.

“Como yo necesitaba ayuda tuve que agachar la cabeza y decir ok”, dice desde el Jardín de Las Mariposas que en este momento alberga a 17 personas, “me pusieron a dormir con el bendito perro, a la intemperie y me dijeron ahí te vas a estar”.

En marzo, Priscila escapó de la muerte. Vivía con su mamá, una sobrina, una hermana y un hermano convertido en pandillero de la Mara Salvatrucha, que además de transformar su hogar en bodega de armas y droga, las obligaba a guardarlas y entregarlas. No solo las extorsionaba, también las forzó a cobrar el dinero de piso a los vecinos, y desde entonces nunca dejó de escuchar el eco de las amenazas. Eran una sentencia: ver, oír y callar, si de la vida quieres gozar, le repetía su hermano.

Si ser migrante ya es un riesgo, identificarse como trans las coloca en un grado mayor de peligro. En El Salvador, por ejemplo, la discriminación y las pandillas prácticamente las orillan a enclaustrarse en el trabajo del servicio sexual. Pocas veces son aceptadas en negocios de otro giro, tal vez aquellas dedicadas a belleza les abran más las puertas, pero la noche, los bares y las calles, es a donde una sociedad conservadora las condena.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) consideró que migrantes de la comunidad diversas es uno de los perfiles con mayor riesgo quienes pueden necesitar protección internacional para refugiados bajo el artículo 1A de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 (Convención de 1951).

Desde 2016, la organización internacional ya reportada discriminación y agresiones contra las personas con orientación sexual y/o identidad de género diversa. Ataques y asesinatos por parte de pandillas y otros sectores: entre ellos la policía.

“Las pandillas salvadoreñas poseen un fuerte carácter machista, que se expresa cotidianamente a través de su odio y los maltratos contra las personas por su orientación sexual y/o identidad de género percibidas Las personas transgénero, en particular las mujeres trans, son particularmente vulnerables a la violencia”, dice un reporte de ACNUR.

Incluso, en su informe “Respuesta regional a la situación del Triángulo Norte de Centroamérica”, el Alto Comisionado ya recomendaba al Estado Mexicano ampliar la asistencia (material y psicosocial) y las oportunidades de medios de vida en entornos seguros para solicitantes de asilo, y el apoyo a la integración de los refugiados, incluyendo familias, niños no acompañados y separados, mujeres, y personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersex (LGBTI) y sobrevivientes de violencia sexual y de género (VSG).

En el día Internacional Contra la Homofobia, Tranfobia y Bifobia, ACNUR hizo un llamado para garantizar y protección para todos: manifestamos serias preocupaciones por los altos índices de violencia que se registran contra personas LGBTI, en los países de Centroamérica y a lo largo de las rutas migratorias en México.

Pero aun con la intervención de organismos internacionales, historias como la de Priscila existen. Cuando ella vivía en Centroamérica, recuerda, su hermano comenzó a cobrarle 75 dólares a la quincena solo por existir. Primero trabajo en una tienda, pero con la presión de pagar la extorsión y ayudar con gastos en su casa, terminó por aceptar dedicarse a la prostitución, con ese trabajo podía ganar hasta 300 dólares cada dos semanas, podía costear la renta, como llamaban al diezmo para las pandillas, y la comida.

Aun haciendo lo que le pedía, ni su hermano ni el resto de los pandilleros le perdonó la vida. Tras una amenaza de muerte y con un par de amigas asesinadas y hechas pedazos, mejor escapó. De madrugada, sin que nadie la viera, agarró una mochila metió un cambio de ropa y se fue, entre viajes en combi y con la ayuda de quien se lo permitía, llegó a Tapachula, en donde conoció a Mayte y Casandra.

Las tres se protegieron, recibieron la ayuda de un hombre que les ofreció pasar la noche en su casa y hasta les consiguió trabajo. Desde la primera noche ese lugar se convirtió en una casa de seguridad a la que entraban diferentes hombres a quienes debían atender e incluso acostarse con ellos, quisieran o no, porque la amenaza era enviarles a migración para que las deportaran.

Eran encerradas con candado, solo Priscila, delgada y con ojos grandes, de facciones muy finas, podía salir a trabajar a un bar, en donde la tocaban y le gritaban, sin poder quejarse. Solo pasaron cuatro días antes de huir también de ese lugar, hasta que con el dinero que ahorró pudieron pagar un camión que las llevó a Guadalajara, donde limpió carros y vidrios durante dos meses, para pagar su traslado a Tijuana.

Desde 2017 a la fecha en Tijuana han emergido una serie de refugios que han abierto sus puertas específicamente para la comunidad diversa, para garantizar un sitio seguro con la cobertura de sus necesidades básicas, desde donde dormir y comer. Albergues como Casa Arcoíris, Sagrado Corazón y Pro Amore, son algunos, este último es donde el año pasado se registró un incidente en el que vecinos intentaron quemar el albergue.

Kiara es otra de las mariposas que se resguardan en el refugio convertido en santuario. Tiene 31 años y huyó de Guatemala. La extorsión fue el motivo, dice, mientras se abraza fuerte con Priscila, su amiga, antes de que cruce a Estados Unidos.

Su cuerpo es un mapa de violencia. La furia de la transfobia y discriminación se le quedaron grabadas en la parte baja de su espalda con una cicatriz que casi le atraviesa la cintura, de izquierda a derecha, unos pandilleros enardecidos que descaradamente la condenaron a muerte por ser. En la cabeza, guarda los vestigios de un par de balas que le rozaron la cien, no la mataron, pero le hirieron. Igual, esas fueron por vivir y resistir.

Cuando cumplió 15 años comenzó a trabajar ofreciendo servicios sexuales, quería independizarse pero también hacerse cargo de sus hermanos menores. En medio de ese ambiente frecuentado por integrantes de la delincuencia, también la forzaron a vender droga a sus clientes, después le cobraron una renta de guerra, la mitad de lo que ganaba, a veces más. Una amenaza de muerte le hizo huir, sabía mucho y no era aceptada, suficiente para dispararle o cortarla en pedazos como a muchas de sus amigas.

Huyo a México y como pudo, llegó casi sin un peso a Tijuana, aquí espera al igual que decenas de migrantes de la comunidad diversa, a que Estados Unidos la reciba. Justo en la antesala de su sueño americano se ha dejado crecer el cabello, de nuevo se pinta las pestañas y se maquilla para lucir ese par de abanicos que lleva por encimas de sus ojos negro profundo, le lucen bien. Antes de llegar a la frontera no podía, dice, se escondía en el disfraz de un hombre para no morir.

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