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Asunción, Irene, Piedad, Bertha, Rosa, Ana y Mirna desmantelan cada centímetro de la cocina comunitaria número 18 que bautizaron como “3 de mayo” y que ocupa parte de la calle Francisco I. Madero de la Séptima Sección en Juchitán.

Después de 128 días, las cocineras recibieron del Colectivo Los Totopos, un grupo de jóvenes voluntarios, la última dotación de verduras y víveres para alimentar por tres días más a unas 40 personas de la cuadra, afectados por los sismos de septiembre.

Durante cuatro meses, este grupo de mujeres dedicaban más de ocho horas al día a la cocina comunitaria que se mantuvo gracias al apoyo del artista juchiteco Francisco Toledo. Comenzaban los preparativos del desayuno a las ocho de la mañana y en ocasiones terminaban después de la media noche.

La cocina fue armada con tablas y lonas. Por las noches, los hombres se turnaban para hacer la guardia; pero aún así, un día robaron sus víveres.

Asunción Magariño López, la coordinadora de la cocina, está agradecida con el artista por el apoyo que comenzaron a recibir cuatro días después del sismo, pues reconoce q   ue fue una gran ayuda para que su familia y otras más lograran levantarse durante la contingencia; aunque esta zapoteca consideró que era justo el cierre de las cocinas, ya que las familias comenzaron a normalizar su economía.

“Fue una gran ayuda estos cuatro meses. El maestro Toledo nos proporcionó las verduras y víveres, pero en las cocinas todas las familias cooperábamos para comprar la carne, pollo o pescado, aunque cada 15 días nos daban carne, pero todos los días los que estábamos en las cocinas contribuíamos, sólo así logramos mantenernos este tiempo”, explica Asunción.

La cocina “3 de mayo” fue una de las 45 cocinas comunitarias oficiales que recibieron su última dotación de verduras durante esta semana.

Todas las coordinadoras de las cocinas comunitarias llegaban los días martes y viernes, desde las 12 del día, al centro de operaciones de las cocinas en una vivienda de la Séptima Sección para recibir la dotación de verduras y víveres que les correspondía y que ayudaría a complementar los platillos que ofrecían. Todas la cocinas recibían medio saco de cebolla, de papas, ejotes, chayotes, zanahoria, además de leche, aceite, huevo, frijol, azúcar, jamaica, sopa, tortillas, avena y canela.

Francisco Toledo fue el único que mantuvo la ayuda humanitaria después de que los gobiernos federal, estatal y municipal la retiraran después de dos meses de la tragedia.

“Ellos que tenían la responsabilidad nos dejaron solos, nos abandonaron, menos el maestro”, comenta Asunción.

Francisco Toledo, Los Amigos del IAGO y el Centro Fotográfico Álvarez Bravo ayudaron a 45 cocinas comunitarias de manera oficial, aunque también se apoyó a 70 pequeñas cocinas familiares que pidieron el apoyo; en algunas cocinas se alimentaba de 100 a 200 personas, en otras menos; los coordinadores de las cocinas contabilizaron a más de cinco mil personas beneficiadas en estos cuatro meses.

Las cocinas estuvieron ubicadas en la Octava, Novena, Quinta, Sexta y Séptima Sección, así como en Xadani, Unión Hidalgo y Santa Rosa de Lima; en cada cocina estuvieron ayudando entre ocho y 10 mujeres voluntarias.

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