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“La vida no es como la has visto en el cine, la vida es más difícil. ¡Márchate! ¡Regresa a Roma! Eres joven, el mundo es tuyo, yo ya soy viejo, no quiero oírte más, sólo quiero oír hablar de ti”.

Esta es una de las frases con las que los amantes del cine, de la cinematografía italiana y aquellos que veneran las historias de amor, lloraron la primera vez que vieron Cinema paradiso, filme que lanzó en 1988 Giuseppe Tornatore.

La cinta, que a lo largo del tiempo se ha consagrado como clásica de la cinematografía mundial, es descrita por muchos críticos y especialistas como una “carta de amor al cine”.

Tornatore creó esta película con apenas 33 años y teniendo una cantidad enorme de recuerdos de su infancia y adolescencia en Bagheria, Sicilia, en la que respiró y transpiró cine todo el tiempo.

Cinema paradiso era apenas el segundo largometraje de un realizador novato que pese a su corta edad y nula experiencia al mando de la cámara, tenía muchas ganas de brindar un nuevo aire al cine italiano que a lo largo de la historia había dado a grandes realizadores como Fellini, Visconti, Pasolini, De Sica, Antonioni, Bertolucci y un enorme etcétera.

No obstante, cuando el filme fue estrenado en Italia no fue del todo bien recibido por la audiencia local, al grado que para su comercialización internacional, la distribuidora y Tornatore tuvieron que editarla y pasó de durar 155 minutos a 123 minutos.

Tras su corrida en el mundo, los premios comenzaron a llegar para Giuseppe: Oscar, Globo de Oro, Bafta y Palma de Oro fueron algunos de los que cosechó.

Tras las buenas críticas del filme, parecía que el arte imitaba a la vida, ya que mientras en la ficción un pequeño apodado Toto entablaba una amistad con un anciano proyector del cine de su pueblo, quien lo insta a que abandone su lugar de origen para conseguir éxito; en la vida real Tornatore tuvo que dejar su país y llevarse su filme al extranjero para que lo reconocieran, pues en Italia no tuvo la aceptación esperada.

Hoy, que el filme cumple tres décadas desde su estreno, quizá ahora Tornatore entenderá mejor al maduro Toto, quien tras años, regresa a su pueblo para darse cuanta que aquel consejo que le dio el viejo Alfredo había sido una lección, al convertirse en el cineasta que siempre soñó.

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