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Como destacamos en la primera parte, la estrategia de Vladimir Putin no solo fue contribuir a la derrota de Hillary Clinton, sino paralelamente penetrar al nuevo gobierno para contar con su gratitud, “amistad” y la eliminación de las sanciones impuestas a Rusia por Obama. Ello fue favorecido por el hecho de que, “casualmente”, Trump y sus cercanos colaboradores ya tenían viejos y oscuros nexos con los rusos. Cuando el actual Secretario de Estado, Rex Tillerson, fue presidente de ExxonMobil, forjó estrecha amistad con Putin e Igor Sechin, Director de la paraestatal Rosneft Oil (la joya de la corona) y brazo derecho del jerarca. Sin embargo, los fructíferos negocios en curso fueron entorpecidos por las sanciones de Obama y Clinton, que incluyeron el retiro de la visa a Sechin y la prohibición de hacer negocios con él y la petrolera que dirige. Exxon perdió más de 1,000 millones de dólares y Tillerson criticó abiertamente las sanciones. Para atenuar los perjuicios resultantes, en secreto y a través de intermediarios se vendió el 19.5% de las acciones de Rosneft en 11,500 millones de dólares. La transacción se verificó en Singapur, pero como los compradores oficiales fueron la minera suiza Glencore que solo puso 300 MD, y el gobierno de Catar que únicamente aportó 2,500 MD, nadie sabe quién fue el verdadero comprador que operó desde las Islas Caimán El periodista Seth Abramson reveló que en las misteriosas negociaciones, realizadas en el hotel Mayflower de Washington, participaron el entonces jefe de la campaña de Trump, Paul Manafort, el actual Procurador General Jeff Sessions, el yerno consentido Jared Kushner, y los embajadores de Rusia, Italia y Singapur. Se especula que, a cambio de facilitar los contactos (el gobierno de Catar habría sido involucrado a través de la oficina de su línea aérea ubicada en la torre Trump de Nueva York), realizar las sospechosas transacciones y prometer eliminar las sanciones contra la petrolera rusa (con lo que su valor se dispararía), Trump recibió el 0.5% de las acciones de Rosneft.
El mencionado Manafort fue lobista de los rusos entre 2005 y 2009, y renunció a la campaña en agosto pasado por ocultar que recibió 12.7 MD para promover la causa de un partido pro ruso de Ucrania. El poco patriota general Michael Flynn, que años atrás percibió 500,000 dólares del “Sultán” de Turquía para cabildear en su favor, fue cesado solo 24 días después de fungir como Asesor de Seguridad Nacional por encubrir dinero recibido de empresas rusas y encuentros con el embajador de Moscú. Trump y su familia tienen negocios en Florida con más de 60 rusos ligados al gobierno, a la oligarquía y a la mafia que operan al unísono. También están endeudados con bancos rusos (y chinos); el yerno obtuvo un crédito del banco Vnesheconobank (vinculado a Putin cuya fortuna personal se calcula en 200 MMD) para la construcción de la torre Trump en Toronto, y de remate circula la versión del ex espía británico, Christopher Steel, de que los rusos poseen videos de Trump participando en una orgia con prostitutas que tuvo lugar hace 3 años en el Hotel Ritz-Carlton de Moscú. Mucho de lo señalado debe comprobarse fehacientemente, pero es obvio que existen sórdidos compromisos entre Trump y Putin. Esto fue corroborado por el arbitrario y contraproducente despido del director del FBI, James Comey, para que no siguiera investigando al respecto. Tarde o temprano Trump será destituido. Aunque por el momento cuenta con los republicanos en ambas cámaras, la política es la política: cuando se precise su grado de colusión con Putin y la amenaza que ello representa para la sacrosanta seguridad nacional, lo abandonarán y serán sus principales detractores, puesto que no es uno de los suyos y les arrebató las elecciones. La dulce venganza será de republicanos y demócratas por igual.
Internacionalista, embajador de carrera y académico.