La capacidad de asombro por los dichos y hechos de Donald Trump no se ha acabado. Es cierto que el empresario convertido en presidente de Estados Unidos lo había dicho una y otra vez en las últimas dos décadas y lo repitió hasta el cansancio durante la campaña: Él terminaría de construir el muro de más de 3 mil kilómetros en la frontera con México y ese costo lo pagaría México de una u otra manera.

Eso lo sabíamos. Pero ahora que ocupa la Casa Blanca y que tiene bajo su responsabilidad las relaciones diplomáticas con sus principales socios, no deja de sorprender la agresividad del hombre de negocios acostumbrado a golpear primero a su contraparte, para después buscar obtener la mayor ganancia posible.

Eso hizo con sus ya acostumbrados mensajes en Twitter después de invitar al presidente Enrique Peña Nieto a reunirse en Washington el próximo martes 31 de enero para tratar los asuntos de migración, de comercio y de seguridad en la relación bilateral con México.

Con la invitación en la mano, Trump decidió golpear a Peña Nieto insistiendo en la construcción del muro y luego el miércoles su vocero repitió que “México pagará por el muro” lanzando un escupitajo a los enviados de Peña Nieto a Washington —Videgaray y Guajardo— para alisar el camino de la reunión presidencial.

Engallado por la respuesta de Peña Nieto en la noche del miércoles de que México no pagaría por ningún muro fronterizo, ayer temprano el furibundo Trump volvió a la carga, otra vez, en su cuenta del pajarito azul amenazando con cancelar la reunión con Peña Nieto en un claro golpe de mesa a los que está acostumbrado en sus empresas. “Si México no está dispuesto a pagar por el tan necesitado muro, entonces sería mejor cancelar la próxima reunión”, escribió. La presión sobre Peña Nieto creció desde todos los frentes por la humillación a la que estaba siendo sometido y el Presidente decidió cancelar la reunión que tendría en Washing- ton. Sólo bastaron cinco días con el nuevo inquilino en la Casa Blanca para que la tensión en la relación bilateral escalara a niveles insospechados.

No sólo se trata del ego de un empresario acostumbrado a dar órdenes; se trata de un desquiciado que caprichosamente ha puesto en riesgo la relación con uno de sus principales socios comerciales y de seguridad regional, y que con este capítulo ha levando las cejas de los principales líderes europeos y asiáticos.

Si bien se debe negociar con el poderoso vecino del norte desde una perspectiva de la relación bilateral integral, como bien lo ha planteado el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi), no se puede ser ingenuo y creer que Trump dejará de ser el tramposo Trump de los últimos años y días a quien no le importa México como lo ha dicho.

Ayer The Wall Street Journal en un texto editorial (“La pequeña guerra mexicana de Trump”) recordó que en una visita al diario en noviembre de 2015, el ahora presidente de Estados Unidos dijo sobre la preocupación que debería tener Estados Unidos en relación a la estabilidad política y económica mexicana: “Honestamente no me importa México; realmente no me importa México”.

Ayer lo supimos. Palabras de un déspota ignorante al que le creyó Luis Videgaray, el entonces secretario de Hacienda y ahora canciller, y quien tuvo que regresar de Washington con una paliza encima.

Los editores del WSJ quieren creer que Trump ya está aprendiendo a diferenciar entre las negociaciones nacionales de aquellas que tenía con los CEO’s. Francamente no lo veo tan fácil en este primer año de gobierno.

El asunto es que el panorama para México y su economía se ha nublado aún más para lo que resta del año y de allí que el gobierno federal haya planteado para hoy una “mesa de crisis” con la presencia de gobernadores y legisladores para discutirlo.

Aquí lo hemos dicho desde hace tiempo: un factor externo tan negativo para las expectativas económicas mexicanas, como es Trump con sus planteamientos proteccionistas y nacionalistas, pueden llevar al país a una situación muy complicada en el corto plazo, dadas sus conocidas fragilidades internas.

La combinación de factores como: menores flujos comerciales, mayores tasas de interés por una inflación elevada en un rango de 7% a 8%, nuevas presiones sobre los costos de la deuda pública, caídas en las inversiones, recesión en la actividad económica, mayores riesgos sociales derivados de menores presupuestos disponibles, y de pugnas internas al interior del gobierno y del PRI por las elecciones locales y presidencial en 2018, son un coctel peligroso en el escenario inmediato.

Una potencial situación así en México debería ser motivo de preocupación para el gobierno de Estados Unidos. Pero la incertidumbre crece aún más con un aprendiz Trump quien dice que México no le importa. Tomémosle en serio.

Twitter:@SamuelGarciaCOM

E-mail:samuel@arenapublica.com

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