Las elecciones federales y locales de este domingo serán todo, menos el “proceso normal y pacífico” que debieran ser. Aunque el discurso de eufemismos del gobierno se niegue a reconocerlo o al menos a llamarlo por su nombre, una franja completa del país, en la región sur-sureste (Oaxaca, Chiapas y Guerrero) enfrenta un intento de desestabilización de grupos subversivos y guerrillas que, cobijadas en la fachada de la CNTE, la CETEG y los normalistas de Ayotzinapa, entre otras organizaciones que se presentan como “civiles”, intentan impedir no sólo la realización de los comicios, sino iniciar un movimiento desestabilizador a nivel nacional denominado Junio Negro que ponga en jaque el orden institucional y al gobierno de Enrique Peña Nieto.

Y si las condiciones en esos tres estados son críticas y dificultarán la instalación de casillas, según reconoció el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, en el resto del país hay otros “focos rojos” intermitentes en otros estados donde también se han expresado estas facciones de grupos subversivos. Puebla, Veracruz y Michoacán son otras tres entidades donde ha habido ataques de jóvenes encapuchados a los que el gobierno llama con cierta candidez e ingenuidad “anarquistas”, aunque hay cada vez más evidencias de que detrás de esos grupos y de la estrategia coordinada y simultánea que pusieron en marcha desde el 1 de junio, hay ramificaciones de guerrillas como el Ejército Popular Revolucionario.

El propio Cisen alertó desde el domingo pasado con un oficio a los gobernadores de los 31 estados del país y el DF sobre la existencia de una estrategia de desestabilización denominada Junio Negro, en la que avisaba a los mandatarios locales sobre las acciones que preparaban —y que han ejecutado desde entonces y hasta la fecha— grupos y organizaciones a los que se refería como “anarquistas y subversivos”. Sin embargo, no fue sino hasta ayer que el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, jefe jerárquico del organismo de seguridad nacional, anunció el operativo que con el despliegue del Ejército, la Marina y la Policía Federal buscará “que todos los mexicanos puedan acudir a las urnas con tranquilidad”.

Llama la atención que el despliegue federal anunciado por Gobernación, que pone énfasis en “la región sur-sureste y en particular en el estado de Oaxaca”, ocurra cinco días después de que iniciaron en esa región y en ese estado las hostilidades y ataques violentos de grupos de maestros de la CNTE y la CETEG, junto con grupos de jóvenes encapuchados que hasta ayer, mantenían tomadas instalaciones estratégicas de Pemex, como un centro de distribución y una refinería en Oaxaca, además de una hidroeléctrica que abastece al estado, así como la toma y ataques a instalaciones del Instituto Nacional Electoral en municipios oaxaqueños y de Guerrero.

De cara a las votaciones de mañana, la gran incertidumbre en estos momentos —por encima de consideraciones como quién ganará o quién perderá en estos comicios, si habrá “voto de castigo” o “refrendo” para Enrique Peña Nieto, o si el hartazgo social y el rechazo a los partidos se traducirá en un aumento de votos nulos o en mayor abstención y en el triunfo histórico de candidatos independientes en estados como Nuevo León— es qué va a hacer el gobierno federal para frenar la desestabilización que, en forma de guerra de guerrillas, está en marcha en varios estados. ¿Utilizará la fuerza pública para frenar el avance subversivo o volverá a optar, como lo ha hecho hasta ahora con la CNTE, por un fallido e ingenuo esquema de negociación y rendición a las presiones y demandas magisteriales que aparecen como carátula de un movimiento desestabilizador? Esa será una de las varias incógnitas que se despejarán este domingo y de la efectividad en la respuesta depende mucho más que el futuro político del país.

Manuel Camacho; el cielo y el infierno. Debió ser a principios de 1996. Manuel Camacho Solís (QEPD) tenía apenas unos meses de haber renunciado a 30 años de militancia en el PRI, luego de que su ruptura con Carlos Salinas de Gortari y con el priísmo por negarle la candidatura presidencial se ahondó tras el magnicidio de Luis Donaldo Colosio. El ex regente fue invitado a la presentación de un libro en el Foro San Ángel. Tras su discurso como presentador, Camacho, entonces en el ojo del huracán, aceptó responder preguntas del público asistente.

Uno de los presentes le preguntó: “Después de haber vivido tantos años dentro del PRI, ¿como definiría usted la diferencia entre vivir en el sistema y fuera del sistema?”. Camacho tomó el micrófono y, con su hablar pausado, respondió: “Mire se lo voy a poner en estos términos. Digamos que vivir en el sistema es estar en el cielo, y salir del sistema es como irse al infierno”. Con esas palabras el ex canciller hablaba de lo que vivía en esos momentos en su trayectoria política, luego de que renunciará a su militancia priísta en octubre de 1995.

La muerte de Camacho Solís significa la ausencia de uno de los políticos más brillantes y astutos de los últimos tiempos. Negociador, operador, impulsor de reformas políticas y electorales, su figura y su trayectoria no estuvieron exentas de la polémica. A su actuación como regente de la ciudad de México, donde se dice construyó una enorme base clientelar promoviendo el comercio informal, se añade su forma maquiavélica de hacer política en la que, según sus detractores, don Manuel era afecto a crear problemas y hacerlos crecer para después aparecer como el político eficaz que los solucionaba.

Uno de esos movimientos políticos que impulsó y alentó el entonces regente capitalino, en sus épocas como el operador y amigo cercano del presidente Carlos Salinas, fue el “Éxodo por la democracia”, una movilización de protesta poselectoral en Tabasco que lo conectaría con el carismático líder de aquella protesta, al que a la postre se ligaría también como cercano asesor: Andrés Manuel López Obrador. Camacho financió y apoyó las protestas del priísta Andrés Manuel en sus inicios como líder social, y después, el tabasqueño lo convertiría en su principal operador político en la búsqueda por la Presidencia de la República en 2006.

Pero el momento de quiebre en la carrera de Camacho Solís sucedió en 1993, a finales de noviembre, cuando el destape de Colosio como candidato presidencial del PRI lo llevó a disentir de su amigo Salinas de Gortari y a rebelarse ante lo que consideraba el incumplimiento de un antiguo “pacto político” suscrito entre él y Salinas en sus épocas de estudiantes. Camacho renunció a la regencia del DF y los siguientes meses fueron, primero como canciller y luego como el primer comisionado para la paz en Chiapas, el preámbulo de una ruptura que se fue fraguando al calor de los rumores e insidias que lo ubicaban como “candidato sustituto” de Salinas ante el difícil arranque de la campaña de Colosio.

La imagen de Camacho llegando a la funeraria de Gayosso en Félix Cuevas, abucheado por una multitud de priístas enardecidos que le gritaban “¡asesino!”, fue el aviso de lo que vendría meses después para este político formado en el sistema priísta y que terminó sus días ayer viernes, a los 69 años, víctima del cáncer, como un destacado senador y un operador fundamental de la oposición de izquierda en el país.

Se puede disentir de las formas y los modos que tuvo en vida Camacho para hacer política; se puede o no congeniar con su estilo franco, directo y hasta con el toque perverso y brillante con que operaba y con el que encumbró a su pupilo Marcelo Ebrard hasta ser uno de los mejores jefes de Gobierno en la historia del DF, y llevarlo al punto de ser un fuerte candidato de la izquierda a la Presidencia. Pero lo que no puede negarse es la gran inteligencia, la brillantez y la enorme capacidad política y negociadora que tuvo don Manuel hasta el final. Descanse en paz.

Notas indiscretas… No conforme con todas las perversidades y artimañas que desplegó en la elección de su estado, en un intento desesperado de conservar el poder —o de evitar su enjuiciamiento— el gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, mostró una vez más su talante autoritario y hasta inhumano con la reaprehensión de Gisela Peraza, la joven que trabajó como ayudante doméstica en su casa de Hermosillo y a la que mandó a prisión por un presunto robo del que fue acusada y sentenciada mediante tortura y violaciones a sus derechos humanos. Ayer que Gisela debía salir de prisión, después de purgar su condena, fue nuevamente encarcelada acusada de tener “bolsas de droga” en su celda. Sus abogados afirman que la droga le fue sembrada por el director del penal, Ricardo Ornelas, porque la joven se negó a abandonar el estado en cuanto fuera liberada “para no conceder entrevistas a la prensa”. Ayer el líder de la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, exigió “como diputado sonorense” la liberación inmediata de Gisela por las graves violaciones a sus derechos humanos. Esa es la justicia al estilo Padrés: cruel e inhumano con una joven que trabajaba a su servicio y blando, ciego, insensible y omiso ante la enorme corrupción de su gobierno y ante los culpables de la tragedia de la guardería ABC, cuyos padres ayer conmemoraron 6 años de la muerte de sus niños por la negligencia oficial… Los dados buscan Escalera. Pero acecha la Serpiente.

sgarciasoto@hotmail.com

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