El presidente Enrique Peña Nieto, junto con el país, se encuentra en una encrucijada histórica y frente a una decisión crucial para el futuro inmediato de la República: ¿qué hacer frente a la hostilidad real que la nueva política exterior de Estados Unidos representa para los intereses de México y los mexicanos, y ante el hecho evidente de que el presidente Donald Trump ha convertido a nuestro país en objetivo directo de una guerra comercial y migratoria que, endulzada con mentiras sobre su “amor, respeto y admiración a los mexicanos”, esconde “órdenes ejecutivas” agresivas y hostiles como construir un muro en la frontera y comenzar la detención y deportación de mexicanos.

Ya no es exagerado decir que la coyuntura actual en nuestra siempre difícil relación con Estados Unidos, es perfectamente equiparable a los dos momentos más críticos y peligrosos en esta vecindad: el primero en 1836 con la declaración de la independencia de Texas y su anexión a Estados Unidos, que desencadenó una guerra que terminó con la pérdida de la mitad del territorio mexicano tras la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848; y el segundo, entre marzo y septiembre de 1847, cuando el Ejército norteamericano, al mando del general Winfield Scott, invadió México entrando por el puerto Veracruz y el 13 de septiembre tomó la Ciudad de México tras feroces combates. De ese tamaño se vuelve la amenaza de Trump, puesta en el contexto y la circunstancia actuales.

Y ante eso, en un acto de buena voluntad (desde la óptica oficial) o de excesivo optimismo e ingenuidad (desde la visión de los críticos) el presidente definió su estrategia de respuesta: la defensa de los intereses nacionales, la soberanía y los compatriotas, pero con un plan que no promueva “ni confrontación ni sumisión, sino diálogo y negociación”. Y en ese espíritu, Peña habló con Donald Trump para felicitarlo y aceptar una apurada invitación a la Casa Blanca el próximo 31 de enero y envió el miércoles a su influyente y cercanísimo canciller, Luis Videgaray, como avanzada para iniciar “negociaciones” con el nuevo gobierno.

Pero mientras acá viajábamos con ánimo dialoguista, el imprevisible señor Trump dio la orden —con su nefasta sonrisa y una falsa “preocupación” por México— de segregar y dividir a la frontera común con el inicio de la construcción del muro hostil y ofensivo, que hoy resulta que también nos beneficia a nosotros y además de pagárselo tenemos que agradecerle, además de iniciar su política migratoria de detención de mexicanos “peligrosos, narcotraficantes y criminales”.

La pregunta que hoy se hace el país y que, según trascendía ayer, también evalúan en Los Pinos, es si ¿el presidente Peña Nieto debe o no viajar a Washington el 31 de enero a reunirse con Trump tras sus ignominiosas decisiones que fueron bofetadas al “diálogo y la negociación” del gobierno mexicano? El nivel de riesgo que representa esa visita, ante la muy alta probabilidad de que a Peña le espere una desagradable sorpresa y hasta una posible humillación en Washington, hace repensar la conveniencia de acudir a la invitación de tan imprevisible y sarcástico anfitrión.

Quienes han visto en días recientes a Peña Nieto, hablan de la enorme tensión, confusión e incertidumbre que aquejan al mandatario. “Se queda hasta altas horas en su despacho y duerme poco”, dijo una fuente cercana a la residencia presidencial que atribuyó a ese estado de ánimo la imagen cansada y de desgaste que proyecta en los últimos días. Ese es el laberinto en que se encuentra el presidente; y también el país.

NOTAS INDISCRETAS… Ayer una encuesta telefónica del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, sobre “Aprobación Presidencial y prospectiva electoral 2018”, fechada en enero, arroja que la aprobación del presidente cayó a 6.3% de los encuestados, mientras 87.9 desaprueba su actuación. El organismo del Poder Legislativo preguntó por el “mayor acierto del gobierno del presidente Peña Nieto” y 81.4 de encuestados respondieron “Nada” y sobre el “mayor error” presidencial 33.8% dijeron que la Reforma Energética. ¿Quién en San Lázaro ordenó una encuesta como esa, que poco ayuda a la decaída imagen presidencial? y lo peor ¿quién decidió difundirla justo en estos momentos?..El llamado del gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, a que los gobernadores de todo el país respalden al presidente Peña en un rechazo contundente al muro anunciado por Trump, lleva dos componentes: el primero, apelar al enorme sector de la sociedad estadunidense que no está de acuerdo con su presidente y que valora la aportación de los trabajadores mexicanos a su sociedad, y el segundo, la propuesta de dejar que sea EU quien rompa el TLC y aprovechar esa “oportunidad” para unificar al país y diversificar su comercio y no depender de un país que cambió radicalmente su política comercial…Se detienen los dados. Otra Serpiente.

sgarciasoto@hotmail.com

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