Concluye esta semana con un secreto a voces: el presidente Peña Nieto alista nuevos cambios en su equipo de gobierno, lo que incluiría la reasignación de su jefe de gabinete, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, en un movimiento que es prematuramente descrito como promoción, incluso como una candidatura presidencial en ciernes.

Apenas el lunes 29 fue defenestrado un protegido político del señor Osorio Chong: Enrique Galindo Ceballos, comisionado general de la Policía Federal, cuyos efectivos acumulan reportes de escandalosos abusos, en particular la presunta ejecución de 22 civiles durante un operativo en Tanhuato, Michoacán, en mayo de 2015, según denuncia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

El episodio de Tanhuato, como los de Tlatlaya (junio 2014), Ayotzinapa (septiembre 2014), Apatzingán (enero de 2015) o Nochixtlán (junio pasado), marcan ya un legado ominoso: la convicción extendida de que en México el Estado no sólo puede ser fallido por ausencia y omisión, sino también por brutalidad. Por la incapacidad de sus agentes de actuar con apego a la ley, sin que el monopolio de la fuerza que le asigna la Constitución derive en represiones y atropellos sangrientos contra los derechos ciudadanos.

La tragedia de Tanhuato se agudiza por el hecho de que a 14 meses de distancia, la Procuraduría General de la República, a cargo de Arely Gómez, no pudo acercarse siquiera a las profusas evidencias que logró recabar la investigación de la CNDH.

El secretario Osorio depositó en Galindo Ceballos, desde principios de la administración Peña Nieto, su apuesta para justificar la existencia de una “supersecretaría” de Gobernación que tuviera bajo su mando al mismo tiempo la seguridad pública, el combate al crimen organizado y el control de la política. Un experimento que ha resultado fallido en múltiples frentes.

Galindo fue tan poderoso que se dio el lujo de ignorar a tres jefes formales sucesivos: Manuel Mondragón, Monte Alejandro Rubido y al actual, Renato Sales. Aceptaba reportar exclusivamente con Osorio Chong. En contraste y por una perversión de la normatividad vigente, el titular de la CNS depende para todos sus movimientos de la autorización de la Oficialía Mayor de Gobernación, que ocupa actualmente Jorge Márquez, el más estrecho operador de Osorio desde los tiempos de su gubernatura en Hidalgo.

Pero ni la renuncia de Galindo ni el repunte en las cifras de criminalidad en el país parecen haber hecho mayor mella en el momento político de Osorio Chong, quien logró imponer en la PF a uno más de sus leales, Manelich Castilla; conserva en su sitio a otros colaboradores clave también bajo cuestionamiento, como Eugenio Imaz, director del Cisen. E incluso, según indicios de última hora, tendría ya listo como relevo en Gobernación a uno más de sus aliados, Roberto Campa, actual subsecretario de Derechos Humanos y, ciertamente, quizá el rostro más presentable en el equipo de Bucareli.

De acuerdo con versiones filtradas en las semanas recientes, Osorio Chong podría arribar en los próximos días a la Secretaría de Desarrollo Social, o a otra dependencia en donde pueda cobrar un perfil más cercano a la gente, con mayor potencial electoral.

Este cambio estaría incluido en un paquete de ajustes que abarcarían otras dependencias y proyectarían al menos a otro aspirante a la candidatura presidencial del PRI: José Antonio Meade, actualmente al frente de Sedesol, al que reiteradamente se representa como próximo secretario de Hacienda.

La contradicción central de este escenario radica en que el hoy responsable de las finanzas públicas, Luis Videgaray, sin duda el personaje con mayor influencia sobre el presidente Peña Nieto, estaría orientado a buscar la gubernatura del Estado de México, donde su primer obstáculo radicaría en los propios priístas locales, que no reconocen en el doctor Videgaray a un líder político, ni siquiera a un correligionario verdadero.

Es probable que a Miguel Ángel Osorio Chong le sea dado dejar Gobernación y aterrizar en una posición que lo dote de un rostro más amable y busque lavar las asperezas de su desempeño en temas de seguridad.

Dentro de lo que se vislumbra como un próximo reordenamiento del gabinete para construir los escenarios de 2018, una nueva plataforma para Osorio Chong puede acercarle, sin embargo, a una precandidatura presidencial amarga. Este futuro, para serlo, le exigirá antes deslindes y cuentas sobre un pasado inmediato con muchos claroscuros.

APUNTES: Esta columna retoma su presencia en EL UNIVERSAL. Agradezco a la administración Ealy el espacio profesional y la convicción compartida en favor de la independencia periodística, que ha nutrido por casi 100 años la tarea de El Gran Diario de México.

rockroberto@gmail.com

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