Maricarmen Mahojo de Taibo:
gracias por abrirnos las puertas
de tu corazón y de tu casa, para
ponernos enfrente un plato de sopa.

Desde luego que sería injusto acusarla de portación de marido prohibido. Pero no es su caso: Karime Macías Tubilla era el poder tras el trono; la mano que mece la cuna; o como la definió mi admirado colega Alejandro Aguirre, la Córdoba Montoya veracruzana.

No fue nunca la típica ama de casa, de bajo perfil y “compañera” de un mandatario. De familia rica, sorprendió a todos al fijarse en un simpático gordito de clase media baja llamado Javier Duarte cuando estudiaron y se graduaron en Derecho en la Universidad Iberoamericana; donde, por cierto, fungió de cupido su amigo Moisés Manzur que luego cobraría con creces sus gestiones. Más tarde, Karime haría una maestría y doctorado en la Universidad Complutense de Madrid en la especialidad de Asistencia Social. Todo indica que se trajo esos conocimientos para convertir en negocio tan noble propósito.

Los cercanos refieren que Karime fue fundamental en la carrera política que, ya felizmente casados, llevaría a Duarte a la gubernatura. Y aunque al principio jugó un papel discreto y pasaba casi inadvertida, poco a poco las mieles del poder endulzaron su ambición: armó un equipo de ocho “cerebros” incondicionales en su propia oficina dentro de la casa de gobierno. Ahí se apoderó primero de las relaciones públicas y de la estrategia de redes sociales al grado de quitarle su cuenta de Twitter a su jurásico marido. Ahí mismo se fraguó todo un entramado de corrupción que incluyó a las celebérrimas 600 empresas fantasmas. Para soportarlo, Macías Tubilla hizo que Javidú nombrara a decenas de parientes en cargos públicos que le reportaban directamente a ella. Una elemental revisión al organigrama del gobierno duartista es para desternillarse de risa si no fuera un asunto tan grave: en todas las dependencias gubernamentales había cinco o más funcionarios o funcionarias —de direcciones generales para arriba— de apellidos Macías o Tubilla; todos abusivos, todos intocables, todos insoportables. Sólo tres ejemplos: su prima Brenda Tubilla Muñoz fue designada productora general de Cumbre Tajín, el evento anual más importante del estado con un presupuesto millonario; a otra prima, Córsica Ramírez Tubilla, le encomendaron los cuantiosos recursos de Comunicación Social; pero el nombramiento más significativo fue el de Jorge Fernando Ramírez Tubilla en el estratégico cargo de subsecretario de Ingresos de la Secretaría de Finanzas y Planeación. El hombre de la lana y primo de Karime. Nada más y nada menos.

Sólo los muy torpes, los muy ingenuos, los muy necios o los muy interesados podrían negar que muchos de esos dineros del erario público veracruzano fueron a parar en la compra de mansiones en Estados Unidos, Centroamérica o Europa, lo mismo que en las tiendas de Nueva York donde Karime gastaba escandalosamente. Por esas y otras razones la gente en Veracruz está indignada porque, a pesar de la detención de Duarte, Karime y su parentela gozan de absoluta libertad. Por lo que ahora, a su mantra aquel de “Sí merezco abundancia” agregará como dice el genial cartón del gran Helioflores: “Sí merezco impunidad”.

A ver: Javier Duarte de Ochoa es el peor gobernador en la historia de este país. No sólo se robó miles de millones y llevó a la quiebra a su estado, sino que dejó una herencia macabra de 300 cráneos y restos humanos, así como una veintena de periodistas ejecutados en seis años de un gobierno de horror.

Pero Duarte nunca —salvo ahora— estuvo solo. Tenía a su lado a la que él tal vez veía como su blanca paloma. Que así también la miran los señores del gobierno federal, aumentando la sospecha de lo que sería un histórico suicidio político: un pacto deleznable con la listísima señora Karime.

Periodista.

ddn_rocha@hotmail.com

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