El capital político del presidente Enrique Peña Nieto va a la baja, sobre todo entre sus compañeros de partido. La disciplina que fue tan eficiente para llamar al orden a todos los priístas no tiene ya el mismo pegamento.

En septiembre el encuestador Jorge Buendía señaló que la principal caída en la aprobación presidencial estaba ocurriendo entre los votantes del PRI. Mientras la percepción sobre el desempeño presidencial de los electores panistas y perredistas se aprecia estable, dentro de las filas del partido tricolor la desaprobación crece cada día más.

El declive en la valoración dentro de este grupo de mexicanos no ocurrió después de los hechos trágicos de Iguala —como sucedió con el resto de la población —sino a partir de abril y mayo de este año.

En efecto, entre septiembre de 2014 y mayo de 2015 el presidente perdió únicamente dos puntos porcentuales en la aprobación que le entregan los militantes de su partido. En cambio, de mayo a septiembre Enrique Peña Nieto extravió cinco puntos dentro de su núcleo principal de apoyo.

La fecha de quiebre coincide con la nominación de las candidaturas que compitieron en las elecciones intermedias. Acaso el proceso de selección sembró molestia, pero también pudo haber influido que durante la campaña los militantes priístas constataron que Enrique Peña Nieto había dejado de ser su mejor activo.

Quienes lideran la política local son muy sensibles frente a los cambios en el humor electoral. Conforme el ciclo político del actual presidente se aproxime a su fin, cada vez serán más los dirigentes del PRI que irán tomado distancia.

Los primeros síntomas de esta crisis de disciplina están haciendo irrupción. Son varias las entidades donde la línea partidaria está fracturada. Más de un gobernador ha reclamado airadamente la injerencia del centro sobre los asuntos de sus entidades.

El caso emblemático de rebeldía es sin duda Colima. Aunque el gobernador Mario Anguiano insiste con que es inocente del difícil trance político por el que atraviesa su entidad, lo cierto es que su mano se percibe detrás de la anulación de los comicios estatales celebrados en junio pasado.

Anguiano es uno de los muchos gobernadores que ven con desconfianza las decisiones tomadas desde la ciudad de México. En su momento hizo campaña abierta en contra de Peralta; lo señaló como el candidato impuesto por la Secretaría de Hacienda. Ya en la competencia constitucional golpeó cuanto pudo para descarrilar su triunfo.

Y sin embargo Peralta ganó las elecciones; apenas logró 500 votos por encima de su competidor más cercano.

De no haber sido por una extraña y a la vez muy conveniente grabación —donde supuestamente el secretario estatal de desarrollo, Rigoberto Salazar, apoyó con recursos públicos la campaña priísta— el próximo 1 de noviembre Peralta habría sido nombrado gobernador.

Cabe pensar que ese material haya sido fabricado para descarrillar la llegada de un grupo político distinto al poder colimense.

Asegura Manlio Fabio Beltrones que el PRI concurrirá con el mismo abanderado a las elecciones extraordinarias. Sin embargo las fuerzas locales tienen preparada una última bala: la nueva ley general del sistema de medios de impugnación electoral dice que el candidato sancionado no puede volver a competir.

Si esta norma se interpreta con dolo, (no fue Peralta Sánchez sino el secretario de Desarrollo Social quien mereció la sanción del Tribunal Electoral), el PRI tendría que buscarse otro candidato a gobernador y entonces Anguiano habrá ganado la partida.

ZOOM: La indisciplina de Mario Anguiano es la primera que se hace pública. En breve veremos una rebelión nutrida de gobernadores tratando de salvar su propio pellejo, mientras toman distancia del presidente.

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@ricardomraphael

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