La turba pide cabezas; reclama sangre. Y es que el circo romano en que se convirtió la fuga espectacular de El Chapo clama cabezas cuya sangre sea capaz de lavar culpas; de limpiar la ineficacia, las fallas y horrores que habrían facilitado la fuga de El Chapo.

Pareciera, incluso, que el tamaño de la crisis provocada por la fuga de El Chapo es del tamaño de las cabezas que piden la turba en la plaza pública. “¡Que despidan a Osorio, que crucifiquen a Monte Rubido, que renuncie la procuradora Arely Gómez, de la PGR”, claman los pulgares que apuntan al suelo.

Lo curioso del espectáculo de la turba exigiendo cabezas es que hoy son del PAN, del PRD y Morena los que piden la cabeza del llamado gabinete de seguridad —incluidas cabezas de los titulares de la Sedena y la Marina, a quienes no se atreven a mencionar por su nombre—, pero también son los mismos que antaño se negaron a entregar a la turba la cabeza de los suyos.

Y si hoy dirigentes del PAN, PRD y Morena agitan pañuelos y dirigen del pulgar al suelo para que sean despedidos Osorio, Rubido y la señora Gómez, los mismos jefes azules, amarillos y morenos defendieron, en su momento, a Juan Molinar Horcasitas, acusado de la muerte de los 49 niños de la guardería ABC; los mismos que han defendido hasta la náusea al ineficiente gobierno de Gabino Cué; los mismos que solaparon a Marcelo por la tragedia del New’s Divine; los mismos que solaparon a Miguel Mancera por los muertos del Bar Heaven.

Peor aún, hoy Andrés Manuel López Obrador exige el despido del gabinete de seguridad de Peña Nieto, pero olvida que mantuvo en su gabinete a Marcelo Ebrard a pesar de que una turba quemó vivos a policías en Tláhuac, a causa de la probada ineficacia de Marcelo Ebrard como titular de Seguridad Pública del GDF.

Sin duda que asistimos al grosero espectáculo del selectivo e interesado reclamo de cortar cabezas de primer nivel —a causa de una tragedia como la fuga de El Chapo—, pero también se confirma la desmemoria, la amnesia y hasta el abuso interesado del despido. Es decir, queda claro que se piden las cabezas “pero en los bueyes del compadre”.

Pero además, la turba que exige cabezas de primer nivel olvida que el despido suele ser una suerte de premio mayor cuando el despido se produce en medio de una crisis mayor, como es el caso de la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán.

Despedir a un mal servidor público sin el correspondiente ajuste de cuentas con la justicia y la ley, es lo mismo que premiar al mal funcionario despedido. Y ese es el caso de los funcionarios responsables de las prisiones federales en Gobernación y los implicados en la Policía Federal. Si ya los despidieron lo que sigue es que sean investigados y —si así lo estipula la falta cometida—, deberán ser mandados a prisión.

Pero exigir el despido de Miguel Osorio, de Monte Alejandro Rubido y de Arely Gómez, con el flaco argumento de que son culpables de la fuga de El Chapo, no es más que reconocer que el escándalo de El Chapo pretende ser politizado —o se le quiere sacar raja política—, por una severa omisión de las instituciones del Estado.

Muchos se quejaron, con toda la razón, que a AMLO se le pretendía sacar del juego presidencial con el escándalo legal del predio del Encino. Hoy manos interesadas y vengativas tratan de sacar a Miguel Osorio del juego presidencial de 2018, con la fuga de El Chapo.

Lo más parecido a exigir el despido, “pero en los bueyes de mi compadre”. Al tiempo.

Twitter: @ricardoalemanmx

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