“Yo soy institucional”. Esto dijo la maestra Delfina Gómez al día siguiente de la elección en el Estado de México. Distinto a lo que muchos pensaban, descartó convocar a sus votantes para bloquear vialidades y afectar con ello a terceros. Nada de manifestaciones, acarreados y pancartas. Nada de resistencia civil pacífica. La candidata de Morena optó por la vía jurídica para que se revise una elección que considera injusta. Es una buena señal que no haya optado por llevar las protestas a las calles.

Esa reacción podría ser también una buena noticia para la candidatura presidencial de López Obrador. Al tabasqueño le conviene que se le perciba con más serenidad y menos beligerancia para que pueda disminuir ese miedo que genera entre muchos de los posibles votantes.

El problema es que el presidente de Morena no apareció con Delfina Gómez el domingo luego de que se dieron a conocer los primeros resultados. De hecho, no se les vio juntos hasta  el martes en una conferencia de prensa. En ese encuentro con los medios, la candidata mexiquense reiteró que respeta a las instituciones y pidió a las autoridades electorales que ejerzan su función como debe ser. Andrés Manuel, en contraste, aseguró con contundencia que la maestra Delfina ganó la elección. Así, sin tener aún el conteo oficial ni el solicitado recuento voto por voto.

Hay quienes ven a López Obrador como una amenaza a la libertad de prensa. El aspirante a gobernarnos alimenta esta idea cuando enfurece, señala y corrige a periodistas ante cualquier cuestionamiento.

Hay quienes temen que despoje a los generadores de empleos y ven una relación directa entre la derrota de su partido y el fortalecimiento del peso mexicano al día siguiente.

Ser percibido como moderado debiera ser una prioridad para el líder de Morena, ya si no por convicción, al menos por estrategia.

A muchos indigna la evidente operación electoral del PRI en el Estado de México. Las visitas constantes de los integrantes del gabinete federal a esa entidad fueron públicas. El trabajo de los gobernadores priístas en los municipios mexiquenses se notó, aunque trataron de esconderlo.  Pero la respuesta a ese atropello no debe ser violenta. La crispación es peligrosa y además juega en contra del potencial crecimiento de Morena. Hay muchos actualmente cansados de la corrupción, pero reticentes a frenarla con una opción autoritaria que termine con las libertades de nuestra todavía joven democracia. Esos posibles votantes no quieren apostar por la polarización. Saben que el odio no es la vía para arreglar nada en este país.

HUERFANITO.  La oposición en Coahuila, encabezada por el PAN, sí optó por manifestarse en las calles. Además, sus representantes decidieron no acompañar los cómputos distritales. Hablan de fraude, pero renuncian a su derecho de supervisar el conteo de los votos. ¿Qué sigue? ¿Mandar al diablo a las instituciones?

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