Las campañas presidenciales duran solamente noventa días. Eso dice la Ley Electoral. Pero los que sueñan con gobernarnos han encontrado la manera de darle la vuelta. Algunos optan por publicar un libro. La promoción del texto los lleva a entrevistas en las que comparten desde anécdotas, hasta su visión de país. Otros hacen campaña desde algún cargo público. Detrás de buena parte de sus decisiones, se ve la intención de promover su imagen. Hay los que encuentran la justificación para aparecer en medios haciéndose de la presidencia de su partido. Se lucen ellos en los spots que debieran ser para que la gente conozca a los que sí son formalmente candidatos a distintos puestos de elección popular. Ya todos, los ciudadanos, los periodistas y el INE, sabemos que quieren convertirse en candidatos a la Presidencia, pero nos orillan a formar parte de esta simulación.

En esa misma dinámica, los partidos hacen como que reportan todos sus egresos. Aseguran que nunca rebasan el tope de gastos de campaña, aunque no nos salgan las cuentas al ver la cantidad de espectaculares, eventos y todo lo que reparten entre los posibles electores.

Los candidatos hacen como que debaten, aunque el acartonado formato oficial permita todo menos el contraste de ideas.

Los gobernantes hacen como que no les importan los votos de los beneficiarios de programas sociales e inauguran obras, estén o no listas, para salir guapos en la fotografía.

Los integrantes del gabinete federal hacen como que responden a una agenda nacional, pero la mayoría de sus últimas visitas son convenientemente al Estado de México, en cuyas urnas medirán fuerzas los partidos políticos este 4 de junio.

La autoridad electoral hace como que supervisa, aunque no tenga los mecanismos para fiscalizar eficazmente el gasto. Sanciona a algunos, pero se ve superada ante tantas irregularidades.

Todos hacen como que les importa el país, pero se mueven por intereses personales. Y ahí siguen: los mapaches, los muertos que votan, las urnas embarazadas y el descrédito de la democracia.

No solo ellos simulan. Muchas personas presionadas para votar por un partido hacen como que obedecen, pero al estar frente a la boleta eligen al que verdaderamente les convence. Por eso las encuestas no dan una. También por eso el “aparato” ya no es tan efectivo como antes.

EL HUERFANITO. Reprobable la agresión de ayer en Huatusco contra Andrés Manuel López Obrador. La violencia debe mantenerse alejada de las campañas. Pero no sólo las agresiones físicas son peligrosas. Las verbales lo son también. En la entrevista que el presidente de Morena concedió a Pepe Cárdenas luego del huevazo, se mostró autoritario y dispuesto a seguir polarizando aún más a la sociedad. Preocupa. Hay mucho enojo acumulado. Lo responsable y sensato es llamar a votar, no a pelear.

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