“La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”. Winston Churchill.

Las urnas se han convertido en un diván en el que los ciudadanos expresan sus más profundos temores. La gente en el mundo está votando orillada por el miedo. Colombia es el ejemplo más reciente y desolador con su rechazo a los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC; Gran Bretaña llevó también sus fobias al plebiscito de hace unos meses (Brexit) con resultados catastróficos... y por si fuera poco, Estados Unidos podría convertirse en el siguiente país con la misma dolencia si Donald Trump llega a la Casa Blanca. Es preocupante esta tendencia en el mundo de apoyar la separación y rechazar el perdón.

Cuando pensábamos que la paz no era negociable, el temor de los colombianos a un acuerdo con la guerrilla tiró por la ventana el pacto histórico. Poco más de 49.7% dijo Sí, pero 50.2% dijo No, y en las democracias ganan las mayorías.

Habría que entender entonces que en ese país sufragaron, no contra los más de 50 años de lucha intensa y los 220 mil muertos, sino en contra de la posibilidad de que el populismo llegue al poder, idea impulsada en gran parte por una tremenda campaña mediática del ex presidente de esa nación y desde ahora hombre clave en el futuro del país, Álvaro Uribe.

Pesó también la indignación por perdonarle a la guerrilla años de abusos, aberraciones y asesinatos. Dijeron No a la paz si esta significa impunidad.

El temor no conoce de nacionalidades ni de Producto Interno Bruto. Apenas en junio pasado, los impulsores del Brexit lograron inyectar también su dosis de miedo en los votantes ingleses, que decidieron con 51.9% que Gran Bretaña saliera de la Unión Europea. La incertidumbre económica, la migración  masiva  y hasta un posible colapso en los servicios de salud fueron los principales dardos.

Hoy, la sola idea de una ruptura con Gran Bretaña genera una especie de terror endemoniado. (Hasta en los temores, hay niveles)… En medio año iniciará  el proceso de separación y con ello la turbulencia por los años difíciles que se avecinan para la libra esterlina.

El miedo y sus poderes arrasan en la cultura estadounidense. La gente despierta, se mueve y vota más por el terror que por la idea de conseguir la paz. ¿Quién no le tendría miedo a los asesinos, a los violadores, a la muerte o a la destrucción? Pues ese es el discurso de Trump o al menos una parte de su visión apocalíptica que ha vendido a un gran sector. El descabellado (y despeinado) Trump ha logrado cautivar a ese aletargado grupo de votantes conservadores que durante años estuvo dormido o no se sintió representado, un grupo repleto de hombres blancos y sin estudios.

Tras el debate Hillary Clinton se colocó ligeramente arriba del magnate aspirante a tirano (¿aspirante?), pero no todo está dicho. La ventaja demócrata en los sondeos no alcanza para tranquilizarnos, mucho menos si tomamos en cuenta que las encuestas han fallado en sus predicciones: daban por perdedor al Brexit y por ganador al acuerdo de paz colombiano. Trump aún está en posibilidad de gobernar al país más poderoso del mundo, con todo lo que eso puede implicar para el mundo y para el adolorido México.

EL HUERFANITO. Que tiene que cuidarse, que recorre muchas plazas, que se olvida de su afectación cardiaca. Es lo que dice Ricardo Monreal sobre López Obrador. ¿Le aflige mucho la salud de Andrés Manuel? ¿O quiere hacer énfasis en esa “debilidad” del líder de su partido? Dicen que en Morena las cosas no pintan bien para el delegado de la Cuauhtémoc.

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