Los actores políticos velan sus armas. Sus pasiones, aun contenidas, están en punto de ebullición, prontas a desbordarse. Sus peores expresiones empezarán a aflorar muy pronto. No tendrán límite de ninguna especie. Y como siempre, tendrá la bandera de la “democracia”.

Amparados en esta forma de gobierno, identificados sus enemigos, cual más cual menos se llena la boca de conceptos huecos e intrascendentes y lanza todo tipo de “ideas” que contemplan claramente sus objetivos, pero ignoran por completo a la sociedad a la que todos, sin excepción, pretenden seguir utilizando únicamente para entronizarse y/o mantenerse en el poder.

Los frentes amplios, las alianzas, los bloques, las asociaciones de cualquier naturaleza, la segunda vuelta electoral y hasta las candidaturas independientes, son las “maravillosas fórmulas”, que políticos proponen para encarar la angustiosa situación que vive el país en cada uno de sus ámbitos. Se dicen preocupados por lo que ocurre, pero en realidad abonan a mantener y recrear el actual estado de cosas sin ningún rubor.

Los enemigos a vencer son, naturalmente, el PRI, que a toda costa quieren desplazar de la Presidencia de la República, y Morena-Andrés Manuel López Obrador. El primero porque ha gobernado por décadas y en su opinión tiene todos los vicios, y el segundo porque se halla en perspectiva de sustituirlo, con un dirigente malquerido y cuestionado.

¿Para qué buscan la unidad electoral en cualquiera de sus modalidades los partidos de oposición y/o sus dirigentes? ¿Ha puesto, acaso por equivocación, alguno de ellos a la ciudadanía, específicamente, como eje de su lucha?

Las alianzas entre partidos pueden funcionar en otros países donde priva una mayor cultura, otro nivel educativo, una ética mínima, una preocupación leal y real de los actores públicos por la sociedad, no en México, donde todas esas bases de civilidad o no se han terminado de construir, o empezaron a ser demolidas en pleno proceso de su creación.

Desprestigiados, aborrecidos, desesperados por su incapacidad individual; ubicados en línea con prácticas primitivas, pretenden hacer alianzas encaminadas ostensiblemente a la captura de un botín susceptible de ser repartido entre muy pocos. Su justificación de tal “preocupación”, ¡claro! refiere a la necesidad de un cambio y al relevo de un grupo que no ha hecho lo que debía. Su verborrea de siempre, es que ese “milagro” ocurrirá cuando sean ellos los que gobiernen.

La realidad, empero, ha demostrado una y otra vez de manera indubitable que las uniones, que bien podrían llamarse complicidades partidistas, se han inscrito únicamente en la vieja máxima de la alternancia mexicana del “quítate tú para ponerme yo”, y en la que la parte vital del Estado, o sea la sociedad, es desechada, ignorada, maltratada y humillada. En esa triste realidad política, su valor se reduce al momento de emitir su sufragio.

La originalidad de las propuestas de no pocos políticos interesados en acceder a algún cargo, es francamente escasa. Su discurso se les ha agotado. Es un descrédito absoluto. Las prácticas que realizan en cada competencia político-electoral, están tan arraigadas, que parecen insuperables. No cabe siquiera alentar la esperanza de que en 2018 será diferente. Actúan solo para ellos.

La propuesta más “novedosa” que está en boga, es la segunda vuelta electoral. Pero además de que ya no hay tiempo legal para establecerla y no resolvería nada, sería otra ocasión para que los dos finalistas en la primera trataran de hacerse todo el daño posible, más allá de preocuparse por formar un gobierno de coalición en el que la gente fuera el centro de su actuación. Y de las candidaturas independientes, mejor ni hablar.

En la eventualidad de que las coaliciones sigan siendo una posibilidad de triunfo para algunos institutos políticos, lo que deberían hacer al menos es presentar una causa consistente de su decisión y considerar a la gente como su más genuina motivación. Sin propuesta programática común que mire al ciudadano, nunca serán vistas por estos con buenos ojos.

Si esos arreglos se dan en las cúpulas nada más y se sigue reduciendo a los votantes a participar únicamente en las urnas, como hasta ahora, pueden terminar o por decir en un inadmisible conformismo: “quédense con todo…” o, en un deseable acto de indignación, poner un hasta aquí y decir: “¡ya basta!”.

En el concurso por la Presidencia, todos, sin excepción, hablarán del tan trillado cambio. Pero hasta ahora ha sido un cambio sin rumbo, regresando a lo mismo. Para muchos, el voto rabioso, del enojo, la indignación, la ofensa, el cinismo y la deshonestidad, podrá convertirse en uno racional y razonado para el candidato que ofrezca como propuesta clave, en una iniciativa preferente, la revocación de mandato, la remoción del fuero y la rendición de cuentas.


SOTTO VOCE… Más que merecido el premio nacional de la comunicación que el presidente Enrique Peña Nieto entregó ayer al presidente de Grupo Fórmula, Rogerio Azcárraga... ¿A qué hora duerme AMLO para estar siempre en gira y darse tiempo para escribir más libros?... La decisión del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México sobre la construcción de la Línea 7 del Metrobús sobre Reforma, es indubitable: “¡va!”. Toca a su equipo de colaboradores concretarla… Jaime Rodríguez, El Bronco, pretende cobrar un impuesto a quienes hagan carne asada en Monterrey, y Mauricio Fernández quiere gravar a las familias en San Pedro por cualquier festejo en su casa. Más amolados, los neoleoneses no pueden estar.

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@mariobeteta

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