La historia se repite. Hay vidas paralelas. Éstas, parecen encontrarse y distinguirse más en el vicio, que generan la maldad y el dolor, que por la virtud, capaz de procurar el bien y la felicidad. Hoy, el mundo asiste a un caso insólito y desconcertante. Acaso conduzca a la involución de la civilización.

Adolfo Hitler se entroniza en enero de 1933 como canciller en Alemania y provoca  el exterminio de judíos en los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau y con la Segunda Guerra Mundial. Su más horrenda falta fue separar a los padres de sus hijos y causar un desastre sicológico que aún sufren muchas personas.

Donald Trump llega al gobierno de Estados Unidos en enero de 2017, 84 años después, y parece empeñado en seguir, aún con matices, algunos de sus pasos, sobre el último.

Aquél ya fue juzgado. A su paso por la Tierra dejó una larga estela de crueldad, saña y salvajismo; éste, apenas está comenzando a trabajar en una era de destrucción en todos los órdenes. Y pareciera que pretende dejar su impronta en la parte más sensible y noble de la humanidad: los niños.

Su propósito de separar a madres e hijos que crucen ilegalmente hacia Estados Unidos  sería un fenómeno de vasos comunicantes entre holocausto y crimen de lesa humanidad. Sería las dos cosas. Y el mundo no parece lo suficientemente preocupado por evitarlo. Igual que como ocurrió con el Führer. El arrepentimiento llegaría después.

Más  allá de calificar a Donald Trump, hay que caracterizarlo. Sólo así se sabrá cómo liberar a los seres humanos de la amenaza que representa.

El Estatuto de Roma, de la Corte Penal Internacional, adoptado en  Roma el 17 de julio de 1998, condena enérgicamente la deportación  o traslado forzoso de población,  encarcelación  o cualquier otra  forma de privación de la libertad física.

También reprueba el asesinato,  el exterminio, la esclavitud, la tortura, la violación, la persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos económicos, raciales, nacionales, étnicos, culturales y religiosos.

Asimismo, el Acuerdo o Carta de París del  8 de agosto  de 1945  estableció el Estatuto del Tribunal de Nuremberg y definió como “crímenes contra la humanidad” la deportación, el asesinato, el exterminio, la esclavitud y cualquier otro acto inhumano contra la población civil, o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos…

Con toda seguridad, las instituciones y las leyes estadounidenses no le permitirían ni de lejos a Donald Trump incurrir en casi ninguna de esas faltas. De ahí la gravedad del anuncio que ha hecho su secretario de Seguridad Interior, John Kelly, de separar a madres e hijos indocumentados. La sola posibilidad de considerar eso es absolutamente reprobable e inadmisible.

De consumar su amenaza, Trump, con apenas unos días en el poder, generaría un extravío, un colapso sicológico en miles, quizá millones de personas. Para un menor, vivir sin madre, sin tierra de origen, sin patria, sin educación, sin dinero, sin expectativas; que además es agredido, maltratado, golpeado, desterrado debe ser peor que encontrarse en el Infierno.

De manera inequívoca, el magnate convertido en “político” se empeña en extremar la crueldad sin importarle ningún tratado internacional; pretende pisotear la Convención sobre los Derechos del Niños, establecida en 1989, que como toda norma de ese tipo, está por encima de cualquier Constitución nacional y reconoce el derecho pleno de ese amplísimo sector a tener un apropiado desarrollo físico, mental, social y de libre expresión.

Esta Convención, primera ley internacional sobre los derechos de los niños, es de carácter obligatorio para las naciones firmantes. EU está obligado a observarla, sobre todo si en fechas recientes ha ratificado esos compromisos. Si Trump los viola, cometería un error muy grave, quizás irreparable para él, con todo lo que pueda ser y hacer y no escaparía de la sentencia que pudiera emitir un tribunal internacional, obligándolo a desistirse de este acto de salvajismo.

SOTTO VOCE… Al parecer, detrás de los senadores disidentes del PRD hay una estrategia “maquiavélica” para unirse a Morena en su momento y  postular como candidato a la Presidencia al mismísimo Andrés Manuel López Obrador. Dicen que en principio ya hay un acuerdo para que eventualmente el tabasqueño otorgue el “perdón” a los del Sol Azteca y acepte una especie de concubinato… Los tiempos electorales presionan para que en pocos días se detenga a Javier Duarte, donde quiera que esté, y se gire una orden de aprehensión contra Roberto Borge. Esa, es condición sine qua non para que el PRI pudiese hacerse de un porcentaje importante del voto indeciso y rabioso... Como se esperaba, el Tribunal Electoral decide que los consejeros del INE no pueden bajarse los sueldazos que ganan. ¡Claro!, ellos hacen lo mismo de la manera más insensible a pesar de la situación... Un libro que está causando contradicción y polémica por su título y autor: Antes de la próxima revolución, de Napoleón Gómez Urrutia.


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@mariobeteta

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