Los mexicanos están advertidos sobre el populismo que personifica y alienta el líder de Morena. Sobre los riesgos que entraña.

Están a tiempo de discernir sobre la posibilidad de encumbrarlo. Endiosado, harían que se volviera en su contra. Cual vil tirano.

El aviso del Ejecutivo de que “... de manera abierta o velada la demagogia y el populismo erosionan la confianza del pueblo, alientan su insatisfacción y fomentan el odio en contra de instituciones o comunidades enteras”, tiene todo un fundamento.

Baste ver las improntas que definen a los populistas, cuyo paradigma próximo es el dos veces frustrado ex candidato a la Presidencia de México:

Se sienten y se proclaman iluminados (Venezuela, Grecia). Se asumen como seres superiores y pretenden que se les reconozca ese status para hacerse obedecer por todos. Imponen su voluntad, arbitrio y capricho. La irracionalidad total. La razón de la sinrazón.

Divinizado por él mismo y por sus adictos y apologistas, el populista, que suele tocar las fronteras del populachero, se cree omnipresente, omnipotente y omnisapiente. Elementos suficientes para que a nadie reconozca capacidad ni derecho a pensar ni a disentir. Quien se atreva a desafiarlo, es declarado su enemigo irreconciliable. Motivación suficiente para excluirlo, para aniquilarlo políticamente.

Para ese tipo de Mesías, no hay tonalidades ni grados. Es extremista. Sólo ve el bien y el mal. Lo positivo y lo negativo. Lo blanco y lo negro. Asume que se halla siempre en la primera lista de esa y otras dicotomías. Eso lo hace radical e intolerante; altanero y soberbio. Sólo escucha aprobaciones y elogios. Cuasi racista, es un activo promotor de la división social, en lugar de la integración. Es un animador del odio, en vez de fomentador de la concordia. Es un drama. Puede ser una tragedia. Es, en todos los sentidos, una amenaza, un peligro.

Su maniqueísmo, su pretendida intachabilidad y su idea de ser el único intérprete sagrado de la voluntad del pueblo, lo inducen a prometerle todo. Y con bastante frecuencia, a no cumplirle nada.

El populista se conduce como un moralista, en vez de ser programático. Le basta con endulzar el oído social con ofrecimientos irreales, inalcanzables. Presenta como demoniaco todo aquello que no le gusta o le conviene. Su única herramienta para hacer política es la verborragia. ¡Pobre pueblo, aquél que se deja envolver y arrastrar por su desmesurada lengua!

Pues a esa estirpe pertenece AMLO. Las evidencias están a la vista. Él mismo y la realidad lo han presentado reiteradamente tal como es. Su constitución política es diáfana. Sus características son patentes. Inconfundibles.

Sobre eso, la advertencia del presidente Enrique Peña Nieto es pertinente y oportuna. Su llamado se da muy a tiempo. Al paso que va, AMLO no tardará en ahondar el engaño para sumar ingenuos.

El fin del mensaje es muy claro: la gente debe darse cuenta real y fundadamente de quién es AMLO y todo su grupo. Para que no se deje engañar. Para que decida mejor al elegir.

De alcanzarse ese propósito, incuestionable por donde se lo vea, las cuentas alegres y los escenarios paradisiacos que se hacen sus fanáticos, especialmente ahora Martí Batres, quedarán en una simple utopía.

SOTTO VOCE… El nuevo embajador de México en Estados Unidos, Miguel Basáñez, fue ratificado sin problemas. Casi 100 senadores respaldaron su nombramiento. Los pocos que se opusieron no presentaron argumentos sólidos para impugnarlo… ¿Es moralmente aceptable que el INE pida un presupuesto de 15 mil 473 millones de pesos para 2016? ¿Es financieramente atendible esa demanda? ¿Es políticamente redituable, considerando el lamentable papel que ha hecho? Los consejeros deberían tener algo de pudor… Otro tanto deberían hacer diputados y senadores. En la pasada Legislatura se dieron el gran festín. Gastaron más de 6 mil millones de pesos y ahora no se ve que quieran apretarse el cinturón, como lo harán el gobierno y la población… A nadie, más que a sus dueños, harán falta el PT y el PH, ahora que perdieron su registro. Según datos del organismo electoral, Alberto Anaya habría recibido por casi un cuarto de siglo, nos confirman, una cantidad exorbitante de millones de pesos sin la obligación de rendir cuentas a nadie y libres de impuestos. Eso le valió en distintos momentos haber sido denunciado por integrantes de su propio órgano político. ¿Qué le dejó de positivo a la ciudadanía su larga vida?

ombeluniversal@gmail.com

@mariobeteta

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