En uno de los momentos de mayor tensión social e incertidumbre económica de los últimos veinte años, el presidente Enrique Peña Nieto hace su primera aparición pública del año para anunciar cambios en el gabinete.

Nadie puede decirse sorprendido: era bien conocido que la posición de Claudia Ruiz Massieu al frente de la Cancillería se había complicado enormemente a raíz de la visita de Donald Trump a México, a la que ella se opuso rotundamente. A punto de tomar posesión Trump, nada más lógico que colocar en la Cancillería al único político mexicano que ha sabido construir una relación con el magnate y su grupo más cercano.

Yo fuí de los que criticaron esa visita en su momento, y sigo pensando que estuvo mal planteada y ejecutada, pero no tengo empacho en reconocer que, a la luz de los hechos, permitió establecer una vía de comunicación con quien, nos guste o no, será el próximo presidente del país más poderoso del mundo, nuestro mayor vecino, principal socio comercial y hogar de muchos millones de nuestros paisanos.

Trump no es amigo de México, eso está más que claro, pero es quien nos tocó. Lo fácil es insultarlo y poner su rostro en piñatas. El verdadero reto es tratar de encontrar una convivencia que nos resulte lo menos onerosa posible. Y no creo que haya alguien mejor para intentarlo en estos difíciles momentos que Luis Videgaray.

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