Como dice el profesor Rafael Fernández de Castro, las redes sociales en México han fomentado la globalización entre sus usuarios. Se informan, se preocupan, no pocas veces son activos ante cualquier asunto que les resulte indigno sin importar en qué lugar del mundo sucede. Eso traza para México una perspectiva alentadora: un país cada vez más interactuante con el mundo.

Pero también es verdad que las redes sociales incuban opiniones que, como los caballos de los picadores en las corridas de toros, se tapan los ojos para no alcanzar a ver más que su entorno inmediato.

Esta semana cubrí desde París los atentados terroristas que sacudieron a la capital de Francia y al mundo. Mientras transmitía desde el teatro Bataclán o la emblemática Plaza de la República recibía mensajes en Twitter que me reclamaban que qué hacía tan lejos, si lo de Guerrero era peor.

Hace tres años estuve en medio de la guerra en Siria. Cuando empezaron a escucharse explosiones y ráfagas durante la transmisión, varios tuiteros me reclamaron que si tenía valor, dejara Damasco y me fuera a Reynosa.

Unos meses antes fui al cuerno de África a reportar una hambruna aderezada con violencia terrorista que dejaba decenas de personas muertas al día. Mientras recorría el campamento de refugiados en la frontera de Somalia y Kenia, entre niños casi inconscientes de no comer, en los huesos, rodeados de moscas, tirados en la tierra porque tampoco tienen casa, había quien me decía que si quería conocer la pobreza fuera a Chiapas.

Ese tipo de mensajes me llegan casi en cualquier transmisión internacional. No toman en cuenta las horas de televisión y radio, páginas de periódicos, que he dedicado a Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Chiapas o la que sea. Por mucho, contabilizan más tiempo y espacio que a los conflictos internacionales. Pero priva esta suerte de etnocentrismo que no sé si atribuir a la pura fobia o una supuesta ideología.

París ostenta un peso histórico casi sin igual para la humanidad, como cuna de ideas y libertades, como pocas, poquísimas ciudades del mundo. La frontera norte de nuestro país está llena de sitios peligrosísimos —y no me he cansado de denunciar a los cárteles y la sucesión de gobiernos ineptos que los cobijan— pero de verdad Aleppo, Damasco e Idlib están en situación más crítica. Y hay más gente muriéndose de hambre y de miedo en Somalia que en la Lacandona.

Mirar al mundo no implica desatender ni desdeñar lo nacional. Nos toca a quienes trabajamos en los medios de comunicación denunciar, exhibir y criticar la impunidad, la corrupción, la pobreza, la violencia que privan en México, pero sin sustraerse del planeta y las noticias y movimientos que determinan el derrotero de la humanidad, de la que nuestro país forma parte.

SACIAMORBOS. “Fue el Estado”… Islámico.

historiasreportero@gmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses