Se quedaron con el ojo cuadrado varios integrantes de Morena cuando el fin de semana pasado, en el marco de su Consejo Nacional, se empezaron a repartir las candidaturas para el 2018 en el Estado de México. Por sorteo, la primera posición en el Senado quedó para una mujer: un traje a la medida de la maestra Delfina Gómez.

Los líderes y figuras de Morena empezaron a buscar acomodo, a definir sus futuros políticos, en una contradicción diseñada por la dirigencia nacional que encabeza Andrés Manuel López Obrador: se supone que este partido está peleando anular la elección mexiquense, se supone que tienen todas las pruebas para echarla abajo, se supone que Delfina va a ser gobernadora y muchos de esos líderes y figuras van a despachar en su gabinete: ¿qué hacen repartiéndose las candidaturas de 2018?

¿Cómo se sentirá la maestra Delfina, enfrascada en una lucha poselectoral, recorriendo municipios en una “gira de agradecimiento” para mantener viva la flama, alistándose para una Caminata que abone en la misma dirección, de ver que en su partido ya se están repartiendo el pastel y delante de ella? Cuentan testigos que se le veía agraviada ante esta maniobra de mal gusto.

El resultado de Morena en la elección mexiquense ha dejado, desde mi punto de vista, tres discusiones centrales para este partido, que no detecto que se estén procesando:

La primera es una revisión interna de quién falló en operar la estructura, por qué no hubo representantes en todas las casillas. Una revisión nada sencilla porque implica explicaciones de dos personajes muy poderosos: José Ramón López Beltrán, nada menos que hijo de López Obrador; y Gabriel García, el cerebro financiero de las campañas, el hombre que maneja el dinero. Porque es verdad que el gobierno federal se volcó como nunca antes, que rebasó todos los límites para impulsar al PRI, pero también es verdad que eso era absolutamente esperable. Para la presidencial de 2018 Morena arranca con ventaja, pero sin una revisión interna de qué falló en el Estado de México, la misma piedra les espera un poco más adelante del camino.

La segunda es qué hacer con el PRD. En la cúpula de Morena todos concluyen que Juan Zepeda les quitó la victoria. El candidato perredista —fenómeno inesperado— sumó votos que pudieron ser de Delfina, pero Morena no hizo más que restarse esos sufragios al ofender una y otra vez al PRD. ¿Se van a atrever a poner ese tema sobre la mesa, a pesar de que López Obrador sigue en la lógica de despreciar al PRD?

La tercera es qué van a hacer con Delfina Gómez, quien demostró ser “un productazo” electoral, como la definían en su cuarto de guerra. Tiene un capital político que, por las condiciones de atención nacional que generó la contienda mexiquense, trasciende lo local. ¿La van a desperdiciar?

SACIAMORBOS. El Plan A es llevarlo al Altiplano, pero no al área de cuidados especiales donde están los reos más peligrosos. El Plan B es internarlo en el de Morelos, donde hay otros de su especie. Pero con la misma se queda feliz en el Reclusorio Norte de la capital. Todo está en manos del juez.

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