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Cuando un visitante llega a Dominica —y no hay muchos motivos para hacerlo más allá de una singular especie marina llamada ballena esperma— los locales de esta isla del Caribe lo reciben con una frase: “Si Cristóbal Colón regresara, Dominica sería el único lugar que reconocería”.
Tienen razón: es tan pobre, falta tanto desarrollo, que su aspecto es el de la misma isla que pisó el navegante español hace quinientos años. Dominica, con sus 75 mil habitantes, se quedó estancada en otra era.
Ese lugar insignificante en el mapa le arruinó a México el intento de condenar a Venezuela desde la Organización de Estados Americanos (OEA). Dominica es un país independiente y como tal, tiene un voto en la OEA. Un voto como si tuviera la población y la economía de Estados Unidos, México, Brasil o Argentina.
Cuando se organizan Cumbres, los países “grandes” de la región tienen que mandar sus aviones oficiales a recoger a los presidentes caribeños porque si no les dan “aventón”, no acuden. Con economías tan precarias y regímenes políticos tan incipientes, son vulnerables: Venezuela les ha regalado petróleo y con eso los tiene en la bolsa. En la diplomacia del dinero, México nunca ha puesto recursos en conquistar a los países vulnerables, como sí lo han hecho Brasil, Cuba, Venezuela. Los del Caribe, una docena de votos en la OEA, tradicionalmente sufragan en contra de cualquier cosa que pueda dañar el “sueño bolivariano”.
En Cancún, en la Asamblea de la OEA que recién terminó, el bloque caribeño se fracturó… pero estratégicamente. Cuando se les presentó la resolución para condenar a Nicolás Maduro, algunos países del Caribe votaron a favor, otros se abstuvieron y la pequeña Dominica (junto con San Cristóbal y Nieves, San Vicente y Granadinas, Nicaragua y Bolivia) votaron en contra. Necesitaban 23 naciones para asestarle el golpe a Venezuela. Se juntaron 20. Esas 20 suman 93% de la población y 98% del PIB del continente, pero no son 23.
México perdió la votación, sí. Pero el gobierno del presidente Peña Nieto y su canciller, Luis Videgaray, lograron lo que desde mi punto de vista era su verdadero objetivo: que se hablara más que nunca de Venezuela, de las atrocidades de su populismo insaciable, de su falta de democracia, de sus presos políticos, del hambre que padece la ciudadanía, no tanto por dañar a Maduro, sino por lanzarle un misil a López Obrador, porque él sigue sin condenar la actuación del gobierno venezolano y muchos de los suyos tienen franca simpatía y estrechos vínculos con el chavismo-madurismo.
Más allá de implicaciones internas, Venezuela es noticia lo quieran unos o no lo quieran los otros.
SACIAMORBOS. Frente a la acusación #GobiernoEspía, el presidente Peña, con tantas ganas de diferenciarse de gobiernos autoritarios, anima a la PGR a actuar rápidamente y deslindar responsabilidades para que “al amparo de la ley, pueda aplicarse contra aquellos que han levantado estos falsos señalamientos contra el gobierno”. ¡Al ataque de las víctimas!, pues. Menudo grito de guerra de quien quiere presentarse ante el mundo como un líder democrático.
historiasreportero@gmail.com