No sé por qué hablamos tanto de qué hará el PRI en la sucesión presidencial. Es sin duda el partido político que más atención pública atrae y no hay motivo. Lo que sucede ahí dentro es, hoy por hoy, una disputa por a quién le toca el difícil papel de ser el rostro de la derrota. Porque en lo que tiene que ver con 2018, para el PRI ese parece ser el destino manifiesto.

Sin embargo, en la conversación pública, lo que priva es: ¿a quién escogerá el presidente Peña Nieto? ¿Osorio por puntero? ¿Videgaray por poderoso? ¿Narro por inesperado? ¿Eruviel si logra retener el Estado de México? ¿Están aún en la pelea Meade, Nuño, etcétera? ¿Ochoa? ¿Hay un caballo negro?

Lo cierto es que ese halo que rodea a la sucesión dentro del PRI, con sus formas tan propias como rebasadas, parte de muchos supuestos erróneos:

1.— El Presidente elige a su sucesor. El morbo del “tapado” está en declive: a juzgar por la tendencia de las encuestas, la evaluación ciudadana del Presidente y el malestar social, el presidente Enrique Peña Nieto no sólo no va a poder elegir a su sucesor, sino que en un descuid o no podrá ni siquiera elegir al candidato de su partido. En muchos sectores del PRI, pero sobre todo entre no pocos gobernadores de este color, hay molestia con el primer mandatario, con la manera como ha gobernado y especialmente con el desempeño de su gabinete. Si el Presidente busca imponer a un candidato priísta a la Presidencia que no cuente con el visto bueno de los gobernadores, se puede armar una rebelión interna.

2.— El PRI tiene sus tiempos. Morena tiene candidato presidencial desde hace varios años, en el PAN ya se apuntaron tres y se dedican a eso, en el desmejorado PRD también hay tres que han levantado la mano, y al menos cuatro independientes han declarado abiertamente que la van a buscar. Así que mientras López Obrador, Anaya, Margarita, Moreno Valle, Mancera, Graco, Silvano, El Bronco, Castañeda, Ferriz, Álvarez Icaza y varios más ya están en campaña, en el PRI los aspirantes siguen atados. Si el presidente Peña Nieto no permite el juego abierto dentro de su partido a la brevedad, estará solamente con denándolo con más contundencia a la derrota. Opino que debe permitir que los que quieran, puedan jugar sin esperar más: que salten secretarios, que levanten la mano gobernadores, que salgan a la pista a correr porque el pelotón los está dejando.

3.— El Estado gana elecciones. Esta dejadez priísta, esta flojera para sumarse a la carrera presidencial, proviene de la singular creencia de que el Estado (entiéndase, el presupuesto orientado a fortalecer una candidatura) alcanza para ganar una elección. En 2000 el partido del presidente perdió, en 2006 no le alcanzó al primer mandatario ni para elegir al candidato de su partido, en 2012 el partido del presidente en turno volvió a perder y a nivel estatal, las alternancias son muchas y frecuentes.

Este fin de semana el tricolor conmemoró su cumpleaños 88, pero no hubo luces.

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