Cuando terminé de ver ayer la primera conferencia de prensa del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, una que había pospuesto desde hace semanas reflejando un consistente desprecio a los medios de comunicación, me quedé con un sabor agridulce.

¿Será que el problema sea sólo la personalidad? ¿Será que la bronca es el envoltorio, pero no el contenido del regalo?

Habló del muro. Dijo que lo va a pagar México. Pero de entrada aceptó que es muy poco probable que el gobierno de nuestro país efectúe una transferencia de dinero, sino que sería por otras vías, quizá impuestos, no lo dejó claro. Ya no habló de retener remesas ni de salirse abruptamente del TLC, sino de una negociación con México que tardará entre un año y año y medio. Eso sí, lo dijo con ese estilo agresivo, retador, pagado de sí mismo, que repite los slogans (“México va a pagar por el muro, lo vamos a hacer pagar”) que desatan la euforia en los mítines, pero que no se ven ejecutables en la realidad gubernamental.

Habló del Obamacare, el programa de salud impulsado por el presidente saliente Barack Obama. Y volvió a su slogan: revocarlo y remplazarlo. Primero dijo que en semanas, quizá en días, tal vez en horas. Pero sus asesores y los republicanos en el Congreso están haciéndole ajustes en los márgenes.

Fustigó ferozmente a los medios de comunicación que divulgaron que los órganos de inteligencia estadounidenses le habían reportado que Rusia tenía información personal sobre él con la que podían chantajearlo. Y volvió al slogan, a las noticias fingidas, a los medios en su contra, a fustigar a la inteligencia oficial americana, pero al final aceptó que sí hubo reunión, que sí le dieron el reporte y que sí decía eso. Es más: aceptó que Rusia estuvo detrás del hackeo que terminó beneficiándolo.

El regalo no es bonito, pero quizá está asustando más el envoltorio que el contenido: un presidente buscapleitos, pendenciero, abusivo, abusador, intolerante, autoritario, ofensivo impredecible que se muestra cada que puede, cada que quiere, cada que lo necesita.

¿Será que el problema sea “sólo” la personalidad? ¿Qué tanto pesa el envoltorio cuando se trata del presidente de la nación más poderosa del mundo? ¿Qué tanto terminan dominando el timón el estilo personal y el carácter? Posiblemente más de lo que creemos y, en este caso, posiblemente más de lo que quisiéramos. Porque hemos visto que le basta enojarse y poner un tuit para desquiciar a los mercados. Y porque de todas las naciones del mundo, la que está más frágil ante estos arranques es México. ¿Un presidente puede irritarse y apretar el botón nuclear como si fuera lanzar un tuit?

Que ya tome posesión. Que lo que sea, sea ya. Que venga lo que tenga que venir. Que si van a ser golpes de una vez sintamos su fuerza, y si no, que se acabe de una vez la incertidumbre. Ya casi es 20 de enero.

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