Era el peor momento de Enrique Peña Nieto. Ayotzinapa le había reventado a las puertas de Los Pinos y colapsaba su imagen por el escándalo de su casa privada. Al Presidente se le detectaba ausente y acorralado.

En esos tiempos, Bill Clinton llegó a México. Y fue a visitarlo con un solo mensaje: todo esto pasará. Clinton se sinceró con Peña, le contó de cómo estuvo dos años bajo juicio político, asediado por abogados, vapuleado por la opinión pública, dedicando el día entero a aferrarse a una Presidencia que se le esfumaba por haber mentido respecto de sus infidelidades matrimoniales. “Mírame ahora”, le dijo Clinton a Peña, según me cuentan algunos de sus cercanos. Mírame ahora: terminó su mandato, ex presidente popular, la esposa camino a la Casa Blanca.

Fue un abrazo cálido al Presidente mexicano. Un poco de oxígeno. Que, para su mala fortuna, no le duró mucho:

La cosa, que parecía que no podía ponerse peor, sí se puso peor, y unos meses más tarde el mandatario azteca recibió a Donald Trump y quedó mal con todos: con los mexicanos, con Trump, con Hillary y con Bill.

A partir de ahí inició la operación cicatriz con la campaña de Hillary:

La primera señal fue la renuncia de Luis Videgaray a la Secretaría de Hacienda. Se iba del gobierno el artífice de la visita de su rival.

La segunda fue a través de la canciller Claudia Ruiz Massieu, quien buscó incansablemente acercarse al primer círculo de Clinton a través de políticos, diplomáticos, empresarios que la financian. La ruta que fuera.

La tercera fue en China, donde el presidente Peña Nieto, con todas sus letras, le pidió perdón al presidente Barack Obama.

La cuarta fue en los funerales de Shimon Peres. Enrique Peña Nieto saludó a Bill Clinton y le entregó una carta personal explicándose y disculpándose.

Ante estas señales, el gobierno federal mexicano recibió dos respuestas desde Estados Unidos antes de las elecciones de este martes. De la administración Obama les dijeron que no hay bronca, que ya no se preocuparan, que así es la política y que dejaran de estar tan estresados con el asunto. En cambio, del lado de Hillary el asunto nunca lució zanjado: les dijeron que ya no insistieran, que ya se había recibido y entendido el mensaje, que ya verían al terminarse la campaña.

Ante el triunfo de Donald Trump, lo que quedó por reparar ahí ya sólo es entre las personas, entre los individuos Enrique Peña Nieto y el matrimonio Bill y Hillary Clinton. Pero esa relación ya no es lo estratégica para México que se veía venir.

Ahora, el Presidente de México ha planteado reconstruir el puente con el presidente electo de Estados Unidos, un puente que sólo duró un par de horas en pie por la guerra de tuits y declaraciones entre Peña y Trump que se desató la misma noche de la visita.

SACIAMORBOS. La próxima semana inician las reuniones de trabajo entre los equipos de Trump y Peña Nieto para amarrar el siguiente encuentro entre ambos.

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