1.— Justicia. El regaño a los obispos mexicanos en la Catedral Metropolitana. Uno de sus primeros mensajes en el país lo dedicó a la jerarquía católica. Bien clara tenía desde antes de su viaje la proclividad de una buena parte de la curia mexicana a vivir como príncipes y su olvido de salir al contacto con la gente, con sus problemas y sufrimientos. La “Iglesia en salida” que propone desde el inicio de su pontificado. El contraste, hasta visual, entre el Papa y el cardenal Norberto Rivera pinta entera esa contradicción. ¿A cuántos les habrá quedado el saco cuando habló de los que se dejan seducir por los arreglos debajo de la mesa? Un discurso que puede ser un bálsamo para los muchos sacerdotes que sí son cercanos a sus comunidades en estos tiempos de violencia, de ausencia del Estado en tantas partes.

2.— Emoción. La manera en que habló poéticamente de México en ese mismo discurso ante obispos. Francisco no es ajeno a nuestra cultura. Se documentó y se inspiró. Revisó a Octavio Paz y entregó una pieza oratoria notable y sentida sobre el tejido y el color de nuestra nación.

3.— Decepción. Ni una palabra sobre la pederastia cuando México fue uno de los países más golpeados por ello. En Roma ha hablado abiertamente de los escándalos. Ha cesado a altos jerarcas por saber de casos y haberlos encubierto. En nuestro país, donde tenemos como vergonzoso y destacadísimo símbolo de ese mal a Marcial Maciel, el Papa decidió no tocar el tema. Todavía no está claro si su postura frente a los abusos de sacerdotes será más de hechos y fondo que de gestos. Pero aquí, el gesto fue el silencio.‎​

4.— Deseo. Que el gesto de la misa binacional sea la debacle política de Trump. La migración, el tráfico de personas, la esclavitud y el dolor de las familias víctimas de esos fenómenos son temas de Francisco. La celebración religiosa en la frontera México-Estados Unidos es de una gran fuerza simbólica. Ojalá que ayude a que la xenofobia e intolerancia que asoman en personajes como Donald Trump y en no pocos sectores europeos que con la crisis migratoria actual parecen haber olvidado su historia reciente se estrellen con un muro, y no uno como el que propone construir el magnate. Y que el gobierno y la clase política mexicanos dejen de hacer como que no ven los crímenes y la injusticia contra los migrantes del sur que llegan a nuestro país.

5.— Sorpresa. Cómo supo mantener el discurso político lo suficientemente suave para no pelearse con el gobierno y lo suficientemente duro para que la oposición se sienta representada. No dejó que ninguna de las partes lo agarrara de bandera, como bien dijo el autor y periodista Emiliano Ruiz Parra. Se puso por encima de las disputas políticas específicas de grupos y le habló a los millones que padecen las múltiples manifestaciones de violencia y la impunidad que las reproduce. Los que esperaban un Papa subido en su templete se quedaron con las ganas.

SACIAMORBOS. Cuentan los jesuitas mexicanos que la negociación fue que no usara dos palabras: desaparecidos y feminicidios. Se refirió a ambos metafóricamente como “vidas arrebatadas”. Y en lugar de impunidad puso “vacíos legales”.

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