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Estados Unidos anunció lo que se antojaba como uno de esos cambios estructurales en el bienestar de la población: una píldora para aumentar en las mujeres el deseo sexual.
Se llama Addyi. Le apodaron de inmediato Viagra rosa o Viagra femenino, en alusión a la legendaria píldora azul para hombres que desde hace años le va ganando la guerra a la disfunción eréctil.
Sin embargo, parece que hay muchas diferencias entre ambos “viagras”, y que el apodo no está aplicado en justicia:
La de hombres surgió de la investigación de la conocidísima farmacéutica Pfizer. La de mujeres fue inicialmente desarrollada por Boehringer, pero al ver su fracaso inicial (se rechazó dos veces por efectividad marginal), la vendió a los laboratorios Sprout, que tenían fama de hacer productos milagro.
La de hombres presentó una efectividad inicial superior que rondó el 90%. La de mujeres sólo logró que el deseo sexual aumentara para tener una relación sexual más al mes en promedio entre las 2 mil 400 mujeres que lo probaron como parte del estudio.
¿Entonces por qué le dio su visto bueno la prestigiada FDA (Food and Drug Administration) estadounidense, la que marca el paso mundial en qué medicinas se pueden vender y cuáles no?
Una extraordinaria pieza periodística de Andrew Pollack en The New York Times (La FDA aprueba Addyi, una píldora libido para la Mujer del martes) delinea que al parecer hubo factores políticos más que médicos en la salida al mercado del Viagra rosa.
Explica que el laboratorio Sprout utilizó una estrategia política más que científica: convenció a varias organizaciones de mujeres volver este debate uno de género: ¿por qué las mujeres no tienen derecho a su Viagra cuando los hombres sí? La presión de la corrección política parece que resultó efectiva.
Los especialistas del sector consideran que la aprobación de la FDA fue inusual, al grado que impuso una serie de medidas restrictivas al uso del medicamento, recomendado para mujeres que no han llegado a la menopausia, con receta e inscribiéndose en un programa de seguimiento .
Ayer en Radio Fórmula entrevisté a Mikel Arriola, el titular de la Cofepris, que es como la FDA para México y es la que tiene la firma para que se empiece a vender en México esta singular píldora que promete animar la libido femenina.
Arriola calcula que demorará entre dos y tres años, cuando mejor, la entrada a México del Viagra rosa, y además, siempre y cuando cumpla ciertos requisitos:
El primero es que se realice un estudio en miles de mujeres mexicanas para saber cómo reaccionan ante la pastilla.
El segundo es recabar información de Estados Unidos para saber cómo han reaccionado las mujeres de allá, que ya lo tienen disponible, y cuál es el nivel de riesgo en población abierta, ya no sólo en un grupo de estudio.
Y el tercero es que se convoque a un comité de expertos mexicanos que le dé su aval.
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