Donald Trump, Silvio Berlusconi, Avigdor Lieberman, Bashar al Assad, Vladimir Putin. ¿Quién más? Muchos: Rodrigo Duterte, Recep Erdogan, Viktor Orbán. ¿Quién más?: Ismail Haniya, Abu Bakr al-Baghdadi, Daniel Ortega y Rosario Murillo. Salvo Berlusconi y Trump, el resto ocupa espacios críticos en política. El legado del siniestro Trump es pavoroso: su campaña reveló, sin ambages, los demonios del racismo, de la incultura y del odio; decenas de millones le declararon fidelidad incondicional.

Los execrables políticos antes mencionados son responsables de la situación de sus países y de la enfermedad del mundo. Las fuerzas opositoras, lamentablemente, poco avanzan. El mundo está enfermo y el mal es contagioso. No concuerdo con quienes aseveran que siempre ha sido así. Tampoco con quienes argumentan “ahora sabemos todo, nos enteramos con prontitud de los sucesos por los medios electrónicos”. Ni coincido con los creacionistas cuando afirman, “los cambios en la Tierra no son responsabilidad de las actividades del ser humano, son ciclos normales del globo terráqueo”.

El mundo está enfermo. Negar esa realidad es absurdo. Prolongar el mal profundizará la enfermedad de la humanidad, de la Tierra. Frente a la realidad, una dosis de ética, unas palabras de grandes pensadores, todos ellos, religiosos sensatos, creyentes fieles a sus principios y no a las lacras que dominan a buena parte de las Iglesias y a sus predicadores. Comparto sus ideas y con profundo respeto las hago mías.

En Ética mundial: un consenso mínimo entre los humanos (Casa de América, Madrid, 2000), Leonardo Boff escribe: “Lo que se escucha por todas partes es la demanda, la exigencia, de una ética mundial, porque vivimos en un mundo que no se caracteriza por una actitud ética que significa una actitud de responsabilidad, de compasión, de búsqueda del camino mejor, sino que vivimos en un mundo que es, para por lo menos más de la mitad de la humanidad, cruel, sin piedad y sin esperanza. En los periódicos, en todos los medios de comunicación aparecen los niveles de degradación de la vida humana: mil 200 millones de personas viven con menos de un dólar, 2 mil 900 millones, con 2 dólares. Esto significa que más de la mitad de la humanidad no tiene ayuda sostenible y está condenada a morir antes de tiempo”; “…hemos creado el principio de autodestrucción…, de seguir la lógica mundial de cómo están organizados los poderes, entre los años 2010 y 2034, la Tierra no será sostenible y vamos a conocer catástrofes jamás vistas”.

En Hacia una ética mundial. Declaración del Parlamento de las religiones del mundo (Trotta, Madrid, 1994), Hans Küng y Karl-Josef Kuschel escriben: “El mundo agoniza. Agonía tan penetrante y opresiva que nos sentimos movidos a señalar las formas en que se muestra para poner de manifiesto lo hondo de nuestra zozobra”; “Condenamos el mal uso de los ecosistemas de nuestra Tierra”; “Condenamos la miseria, que estrangula las posibilidades de vida; el hambre, que debilita los cuerpos de los seres humanos; las desigualdades económicas, que a tantas familias amenazan con la ruina”; “Declaramos que todos somos interdependientes. Cada uno de nosotros depende de la salud del conjunto. Por ello respetamos la colectividad de los seres vivientes, hombres, animales y plantas, y nos sentimos preocupados por la conservación de la Tierra, del aire, del agua, del suelo”.

En Para llegar a tiempo (Ediciones Sígueme, Salamanca, 1970), Hélder Cámara escribe: “Por todas partes existe una tentación de radicalismo y violencia. Es evidente la imposibilidad práctica de salir del subdesarrollo. Esta tentación es grave porque sabemos que el súper-confort de los satisfechos se paga con la miseria de las masas, cada vez más numerosas; porque vemos cómo algunos poderosos, para salvaguardar su propio prestigio y su riqueza, se hacen aliados y colaboradores de los que nos explotan”; “¿Quién soy yo? ¿Un ingenuo, un presuntuoso, un agitador? Mi único juez, Cristo, lo sabe. Sólo pretendo una cosa; seguir cada día las huellas del Peregrino de la Paz. Y hablar en nombre de quienes no pueden hacerlo”; “Los precios de venta de nuestras materias primas nos son impuestos sin remedio, y son cada día más bajos; los precios de las materias industrializadas nos son impuestos sin remedio, y son cada día más inaccesibles”.

Boff, Küng, Kuschel, Cámara: leerlos es obligación y necesidad. Sin una ética mundial, el ser humano y la Tierra desaparecerán.

Notas insomnes. Contra el Poder omnímodo, ética. Contra el nauseabundo Poder político, Boff, Küng, Kuschel, Cámara.

Médico

Google News

Noticias según tus intereses