Una buena: el número de homicidios en 2016 fue menor que el registrado en los tres últimos años de la administración Calderón. Y eso vale ya sea que la comparación se haga en términos absolutos o de tasa por 100 mil habitantes.

Una mala: el número de homicidios en 2016 fue considerablemente mayor que en 2015. Un incremento de 15.4% para ser preciso. Un aumento de casi 3 mil 200 cadáveres de un año para el otro. Un brinco no menor en la tasa de homicidio, de 17 a 20 por 100 mil habitantes.

Una peor: se han acumulado ya 88 mil víctimas de homicidio en lo que va de la administración Peña Nieto. Y eso sin contar los muertos de 2017, que apunta a ser un año récord en la acumulación de víctimas de asesinato.

Todo esto viene a cuento porque el Inegi dio a conocer esta semana cifras preliminares sobre homicidios en 2016. Y digo preliminares porque los datos definitivos se presentarán, como todos los años, en diciembre (y mostrarán, con probabilidad, un total ligeramente mayor al presentado esta semana).

No hay nada particularmente revelador en estas cifras. Gracias a los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), disponibles desde hace varios meses, sabíamos que la violencia homicida había crecido a ritmo de dos dígitos el año pasado. Y sabíamos también que ese incremento era un fenómeno nacional: la tasa de homicidio aumentó en 24 de 32 entidades federativas.

Los datos del Inegi confirman varias malas noticias del año pasado. Va una lista tentativa:

El incremento de la violencia homicida en Colima fue realmente espectacular. Los asesinatos en ese estado del Pacífico se triplicaron en un año. Su tasa de homicidio fue la mayor del país (82 por 100 mil habitantes), superior a la de Guerrero y similar a la de El Salvador.

Se rompió una racha de pacificación en el noroeste del país. Después de cinco años consecutivos de disminución en el número de asesinatos, la violencia homicida creció en Sinaloa, Chihuahua y Durango, tanto en términos absolutos como relativos.

La Ciudad de México tuvo su año más violento desde mediados de los noventa. La tasa de homicidio llegó a 14 por 100 mil habitantes, un nivel no visto desde 1996.

Puebla se volvió un nuevo foco de violencia: en 2010, al inicio de la administración estatal de Rafael Moreno Valle, su tasa de homicidio era parecida a la de Querétaro (6 vs. 4 por 100 mil habitantes). En 2016, fue apenas inferior a la de Veracruz y muy parecida a la de la Ciudad de México.

Algo similar se puede decir de Guanajuato. En 2011, su tasa de homicidio era de un solo dígito, muy parecida a la de Aguascalientes. En 2016, fue de 21 por 100 mil habitantes, por encima del promedio nacional y apenas por debajo de Tamaulipas.

Baja California Sur tiene una marca poco envidiable. Es el único estado que ha registrado un incremento en el número de homicidios en cada uno de los cuatro años de la administración Peña Nieto. Su tasa de homicidio se cuadruplicó entre 2012 y 2016.

Y además, como lo señalé más arriba, todo eso sucedió antes de la gran matazón de 2017. Si este año se comporta como 2016 y se mantiene la relación entre las cifras del SESNSP y las del Inegi, vamos a cerrar este año con aproximadamente 29 mil víctimas y una tasa de homicidio de 24 por 100 mil habitantes. Es decir, con la marca más alta (o la segunda más alta, después de 2011) de la historia reciente del país.

Dicho de otro modo, para cuando termine el quinto año de gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando queden aún 12 meses de mandato, se habrán acumulado 117 mil víctimas de homicidio en la actual administración. Bajo Calderón, el total sexenal fue de 121 mil víctimas. Allí se las dejo.

alejandrohope@outlook.com @ahope71

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