Naciones Unidas proclamó 2016 como el Año Internacional de las Legumbres en reconocimiento al papel fundamental que juegan en la seguridad alimentaria y nutricional, la adaptación al cambio climático, la salud humana y la de los suelos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, las legumbres tienen una particular relevancia histórica, cultural, culinaria y agrícola para América Latina y el Caribe.
Aunque son pequeñas, están repletas de proteínas, conteniendo el doble de las que hay en el maíz y tres veces más que en el arroz. En ese sentido, son una fantástica fuente de proteína vegetal, ya que tienen un bajo contenido en grasas, son libres de colesterol y gluten y ricas en minerales y vitaminas. 
Cuando se comen junto con cereales forman una proteína comparable a la calidad de la proteína animal, pero al ser más baratas son más accesibles a familias con menores recursos económicos.
Esta mezcla está en la base de la dieta tradicional en muchas partes de América Latina y el Caribe, y se puede ver en los frijoles con maíz o los frijoles con arroz que tantos de nosotros hemos comido desde pequeños.
Según un nuevo libro de la FAO, una de las legumbres más importantes —el frijol— es originaria de esta región. 600 años A.C. ya existían cultivos de frijol en la región 1, superando en antigüedad al maíz y constituyendo uno de los alimentos más antiguos documentados en la historia de la humanidad. Ha sido cosechado en México, Perú y Guatemala desde hace miles de años por lo que forman parte de nuestra cultura ancestral y se han convertido en una piedra angular de nuestra alimentación actual. 
Pero las legumbres no sólo contribuyen a la alimentación sana. También son una fuente de ingresos para millones de agricultores familiares, quienes las siembran en alternancia con otros cultivos por su capacidad de reponer el nitrógeno de la tierra, mejorando la sostenibilidad de la producción.
A diferencia de la mayoría de las otras plantas, que sólo toman el nitrógeno del suelo y no lo reincorporan,  las legumbres son una de las pocas plantas capaces de fijar el nitrógeno del aire y convertirlo en amoniaco, enriqueciendo los suelos en los que crecen.
Esto permite mitigar el cambio climático ya que reduce la necesidad de usar fertilizantes sintéticos y productos químicos, cuya fabricación conlleva un consumo intensivo de energía, proceso que emite gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Además, la rotación de cultivos, el cultivo intercalado y el cultivo de relevo de legumbres con maíz mejoran la productividad de la tierra, haciendo que los sistemas de maíz y legumbres resulten especialmente adecuados para los pequeños agricultores. 
El cultivo intercalado de maíz y frijoles es una práctica tradicional de los campesinos en pequeña escala de América Latina, especialmente en las zonas montañosas donde escasea la tierra.
La rotación de leguminosas puede incrementar los rendimientos del maíz en un 25%, y el maíz intercalado con leguminosas, siguiendo los principios de la agricultura de conservación, produce un 33% más que el monocultivo.
Su rol en la generación de empleo rural en América Latina y el Caribe también es importante, particularmente en el sector de la agricultura familiar, ya que las legumbres son algunos de los cultivos destacados de este sector de la agricultura regional.
Para la FAO, la gran diversidad de frijoles y otras legumbres en la región representa un tesoro genético único, necesario para crear nuevas variedades que nos ayudarán a hacer frente al cambio climático y ampliar el acceso a alimentos para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional. Sin embargo, en muchas comunidades de nuestra región se están perdiendo variedades ancestrales de legumbres, por causa de la homogenización global, que privilegia sólo un puñado de cultivos y alimentos, desmereciendo otros.
A nivel global, las dietas se han vuelto cada vez más homogéneas y similares. La alimentación del mundo depende de forma creciente en sólo un puñado de productos, como el trigo, el maíz, el arroz, la soja, la carne y los productos lácteos.
Durante este Año Internacional de las Legumbres, debemos hacer un gran esfuerzo para que este fenómeno sea revertido, resguardando la genética, la cultura asociada y el saber de los pueblos indígenas que han mejorado y conservado las legumbres a lo largo de cientos de años en América Latina y el Caribe.
América Latina y el Caribe no sólo es la fuente originaria del frijol y otras legumbres, sino que se ha destacado por ser la que mayores avances ha hecho en la lucha contra el hambre.
Las legumbres pueden ser claves para que la región alcance su ambiciosa meta de acabar con el hambre al año 2025, fecha definida por el principal acuerdo regional de esta materia, el Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac.
Durante este año, como FAO, invitamos a toda la comunidad internacional a conocer y difundir los beneficios de las legumbres, para revindicar su papel en la alimentación y nutrición, aprovechar su potencial para fomentar el desarrollo rural sostenible  y ayudar a los países a mitigar los efectos del cambio climático.

Representante Regional de la  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.

Google News

Noticias según tus intereses