Más Información
Texto y fotos actuales: Erika Bribiesca Sala
Editor web: Miguel Ángel Garnica
En una entrevista publicada en EL UNIVERSAL ILUSTRADO el 22 de abril de 1920, titulada "Anécdotas de la vida periodística", Antonio González, el “As de los papeleros”contaba cómo era ser voceador en nuestro país antes de que comenzara la Revolución.
Su expendio estaba ubicado en la esquina de Bolívar y 16 de septiembre, en donde aún hay tres puestos de voceadores, pero al preguntarles si alguno sabía quién fue Antonio González, ninguno de los tres lo conocía. Con ese negocio don Antonio se convirtió en un “pequeño capitalista”. Ser voceador, se lee en el ILUSTRADO, hacía que pasara alegremente las horas del día.
Antonio narraba que era vendedor de periódicos ilustrados. “Miro desdeñosamente a los voceadores de los periódicos diarios que prefieren las ediciones hechas a prisa, húmedas aun por la tinta de imprenta, a los números pintorescos de fino papel de las revistas ilustradas”, dijo.
En las mañanas vendía el diario El País y El Imparcial cerca de Santo Domingo y en las tardes vendía prensa ilustrada cerca de los teatros de Bolívar, 16 de septiembre o Plateros. Por las noches vendía en el Frontón.
“Cuando llego a una ciudad lo primero que me sorprendente es el grito de los voceadores de periódicos. Este principio de canto, vibra de un modo inalterable, igual sea un viejo o un niño, un hombre o una mujer. Quien sea que anuncie el periódico, en su grito hay una palpitación de vida febril. El papelero inspira en todas partes esa simpatía intensa que ha hecho que se vaya agotando en periódicos y revistas el tema sentimental de su miseria pintoresca”, escribió Manuel Antonio Romero, reportero de EL UNIVERSAL ILUSTRADO.
Los diarios que murieron
Antonio González también contó las historias de aquellos periódicos que por una u otra razón dejaron de existir.
El Imparcial se metió en problemas tras publicar una nota en la que hablaban mal de Rodolfo Gaona, un torero de gran prestigio. La gente dejó de comprarlo hasta que su dueño tuvo que vender el diario “muerto”, narraba a Manuel Antonio Romero.
El Debate acusó a los voceadores de ser acarreados en los tiempos de la última reelección de Porfirio Díaz. Los papeleros apoyaban a Bernardo Reyes, quien era candidato al igual que Madero, y El Debate dijo que ellos solo apoyaban a ese candidato porque les habían dado tepache.
Don Antonio narraba que los papeleros se enojaron y dejaron de comprar las ediciones, ni siquiera las aceptaban regaladas. Los editores consiguieron agentes especiales de venta y los voceadores compraban los periódicos para romperlos en la vía pública. Algunos papeleros fueron llevados a la comisaría pero aun así, El Debate dejó de circular en la metrópoli.
Éste era el diario más odiado, además del ¡Nueva Era!, periódico fundado por Gustavo Madero, e incluso Antonio González dijo que era un “periódico mal hecho y mal informado”.
La semana ilustrada y Novedades murieron en 1914, a pesar de ser de los periódicos más vendidos.
También en ese entonces, la prensa ilustrada de España tenía muchos lectores en México, pero poco a poco las publicaciones nacionales fueron ganando terreno por su entusiasmo, concluyó Antonio González en la entrevista publicada en EL UNIVERSAL ILUSTRADO.
De las rotativas de Bucareli a tus manos
Todos los días, sin falta, afuera de EL UNIVERSAL se hacen filas de voceadores esperando a que se les entreguen sus ediciones.
El primero de octubre de 1936 EL UNIVERSAL contaba en sus planas cómo la labor de su Departamento de Ventas permitía que en unos cuantos minutos los ejemplares estuvieran en su destino –se transportaban a otras partes del país–, y que los voceadores entregaran el periódico al lector.
Había 36 expendedores en el entonces Distrito Federal y 20 expendedores móviles extra para surtir a más papeleros. En esa misma nota se publicó la lista de todos los expendios que había y a cargo de quién estaban, y el primero en dicha lista era el “As de los papeleros”, Antonio González, en la misma ubicación de 16 años atrás, Bolívar y 16 de septiembre.
“Gritería ensordecedora la que realizan, hombres mujeres y chiquillos en su ardua labor como voceadores, la abigarrada multitud lucha desesperadamente por conseguir los ejemplares de EL UNIVERSAL y EL UNIVERSAL GRÁFICO, distribución para que vayan a todos los confines, llevando su obra informativa y cultural”, decía la nota de EL UNIVERSAL del 1 de octubre de 1936.
Oficio de toda una vida
¿Y cómo son los voceadores de hoy? En la esquina de Lorenzo Boturini y Avenida Francisco del Paso y Troncoso, en la colonia Jardín Balbuena, a pie de calle se puede apreciar un pequeño puesto de metal que está empotrado en el piso desde hace 40 años, y en él trabaja la señora Rosario Ariza Quevedo, que día a día vende periódicos y revistas desde las 9 am hasta las 5 pm para poder ganarse la vida y poder mantener a su familia.
La señora Rosario, o “Chayito” como los vecinos de la colonia la conocen, tiene 60 años. Ella solamente estudió la primaria y tres años de la carrera técnica de secretaria ejecutiva, pero nunca se dedicó a eso. Toda su familia se dedica a vender periódicos, empezando por sus cinco hermanos que tienen puestos en la zona.
Toda su vida la ha pasado en su puesto de periódico, porque dice que su papá era una persona muy estricta y por eso les enseñó a vender periódico. Desde entonces nunca ha dejado de trabajar. Ella recuerda que llegó a su actual lugar de trabajo cuando tenía 7 años y ha visto cómo los diarios y la vida periodística se han ido transformando. Antes un periódico costaba 70 centavos, ahora cuestan hasta 15 pesos. En EL UNIVERSAL ILUSTRADO, Antonio González de los años 20, contaba que al día un papelero en ese entonces podía juntar de 4 a 7 pesos.
Antes, “Chayito” vendía diario hasta 70 periódicos, ahora vende máximo 25. Cree que lo que afectó fue la llegada del internet, porque ahí se pueden ver las noticias antes de que las impriman, dice.
Amor de madrugada
A su esposo lo conoció por el periódico, cuando iba en la mañana a surtirse a la calle de Bucareli, a EL UNIVERSAL. Actualmente los dos tienen puestos, el de él está ubicado en Michoacán esquina Cuernavaca en la colonia Condesa. Los dos trabajan todo el día, solamente ganan el 28% de los periódicos y revistas: por cada 10 pesos, ella tiene que pagar 7 pesos con 20 centavos, pero con eso les alcanza para comer, vivir y a veces comprarles algunas cosas a sus nietos.
Nunca ha pensado en hacer otra cosa distinta. Hoy ya se siente muy mal de sus piernas, de su columna y de un brazo, pues desde niña cargaba los bultos pesados de periódico y físicamente ya no cree poder aguantar más que su rutina.
Solamente una de sus hijas tiene un trabajo relacionado con el suyo: vende revistas para niños y libros para colorear afuera de un kínder. “Chayito” no quiere que ninguno de sus nietos llegue a ser voceador, porque dice que se sufre mucho en el puesto, por el clima, lluvias o calor, además de que por el trabajo no se alimenta bien y no hay dónde ir al baño, y aunque esté enferma siempre tiene que estar ahí, porque el periódico sale todos los días y es su responsabilidad ofrecerle a los lectores el diario.
El domingo es el día que vende más porque mucha gente va a misa a la iglesia que está ubicada justo frente a su puesto, muchos la saludan y ya la conocen, incluso a veces le hacen regalos, tiene clientes leales.
Afirma que cuando sale una noticia muy importante esto ayuda un poquito a que venda más, como en las elecciones, el día del informe, cuando muere algún artista o persona importante. Por ejemplo, el día del temblor, en 1985, se vendió mucho periódico porque venía información de cuántos muertos hubo, qué edificios se cayeron, de las personas que quedaron abajo, los hospitales, los niños.
También nos cuenta que cuando hay partidos de fútbol se vende más periódico y que cuando gana el América le compran muchos americanistas y cuando gana el Guadalajara le compran muchos chivas.
Durante todo el tiempo que pasa en su puesto le han pasado distintas anécdotas. A veces gente que no conoce le pide dinero para el pasaje, ella se los presta a pesar de que sabe que nunca van a volver. Cuando hace frío, sus clientes o gente de la colonia le regalan café y, en otras ocasiones, llegan a darle hasta pan, fruta, comida y ropa.
Como su puesto está ubicado en contra esquina de un banco, a veces le ha tocado ver gente que sale corriendo del lugar o a policías buscando gente. Y hasta ha salvado a varias personas de ser asaltadas, pues cuando ve que van a abordar a gente que está pasando por su puesto, aunque no los conozca, comienza a hacerles plática para que los potenciales ladrones se alejen de las posibles víctimas.
Cuando ella deje su puesto de periódicos, nadie lo va a continuar y por eso es que no lo abandona, lo quiere y le gusta mucho lo que hace. Dice que gracias a Dios y a sus clientes, de su puesto salió para los estudios de sus hijos, para su casita y para lo que tiene su familia. Afirma que le daría tristeza dejar su negocio y que ahí va a estar hasta que Dios quiera y ella pueda.
Voceador por tradición
El 22 de julio de 2002, Ricardo Espinosa colaboró en la sección “Reportero por un día” que existía en EL UNIVERSAL y entrevistó a un voceador.
Don Merced Molina González, mejor conocido como “Meche”, le contó que nació entre periódicos porque su mamá era voceadora y le enseñó el oficio desde muy joven y que por lo mismo no sabe hacer otra cosa. “Lo haré hasta que Dios diga, porque en mi casa me aburro”, declaró a EL UNIVERSAL.
Amarraba sus periódicos a su bicicleta para llevárselos a su puesto en Calle López esquina Independencia, a pocas cuadras de EL UNIVERSAL. En ese entonces llevaba en su puesto 50 años, que había sido regalo de un expendedor al que le decía “El General”.
Don Meche contó que estudió en la Escuela de Voceadores, donde conoció a su esposa con quien tiene 12 hijos: uno le ayudaba en su puesto, otros dos trabajaban en la Unión de Voceadores y todas sus hijas estaban casadas con ayudantes de voceadores.
Familia de voceadores
Epifanio Valencia es el nombre del esposo de “Chayito”, pero en su puesto en la Condesa lo conocen como “El Pifas”. Empezó a ser voceador a los 7 años. Iba a Bucareli a comprar sus periódicos. Años después se compró el puesto donde actualmente se encuentra, además de que por muchos años fue expendedor.
Además de ser voceador, es bolero y antes llegó a lavar coches. En su puesto no solamente vende periódico y revista, también dulces y cigarros. Se ha diversificado porque antes, dice, ser papelero era muy buen negocio y ahora ya no tanto. Necesita tener algunos ingresos extra a lo que la venta de diarios le puede ofrecer.
Cree que la difícil situación económica no afecta sólo a los voceadores, sino también a todas las personas que viven en este país.
“El Pifas” cuenta que él no siente que los alrededores de EL UNIVERSAL hayan cambiado mucho, pero el edificio del periódico sí. Lo han ido modernizando porque antes era más “chiquito”, estaba en el mismo lugar, Bucareli 8, pero cada vez ha ido creciendo más y más, a lo largo de más de 50 años que lo ha visto.
Cree que su puesto sigue vendiendo por el hecho de que lo arregla vistoso y bonito para que al pasar a la gente le llame la atención y le den ganas de comprar, además de que cuenta con un gran surtido. Y en comparación con su esposa, que vende en Jardín Balbuena, él, estando en la Condesa, vende más periódicos, mientras que ella más revistas de manualidades, y él revistas más caras y de otros temas. Otro detalle del puesto de “El Pifas” es que en el piso junto a su puesto hay un dibujo en el cemento de la banqueta, para que quede registrado que él es voceador de ese lugar.
El voceador asegura que su trabajo tiene que hacerse bien, con amabilidad y educación y, sobre todo, ser respetuoso, sencillo y humilde con los clientes. Conoce a mucha gente de los alrededores porque lleva ahí desde el 7 de septiembre de 1977. Tanto a “Chayito” como a “El Pifas” les da orgullo ver cómo sus clientes han ido creciendo, los conocieron desde muy pequeños y hoy algunos ya son papás o hasta abuelos.
Por su mismo oficio, ha llegado a hacer amistad con otros voceadores, como con “El Vale”, que trabaja a las afueras del mercado de la colonia Condesa. Él no lleva tantos años en su puesto como “El Pifas”, pues apenas tiene 14, pero de ser voceador suma 30, pues inició a los 19 años.
A “El Vale” le gusta mucho su trabajo porque dice que en su puesto se siente libre, no se siente atrapado como en una oficina, además de que puede saludar a la gente que va pasando y relacionarse con sus clientes, a quienes considera sus amigos. Lo conocen como “El Vale” porque cuando le pedían alguna publicación su respuesta siempre era justo esa palabra, “vale”, pero su nombre real es Eduardo.
Él también ha notado que la venta de diarios ha ido disminuyendo, pero vende muchas colecciones, dice que esta preferencia tiene relación con la colonia en la que está ubicado. Vende colecciones desde súper héroes, hasta Star Wars, autos y del cuerpo humano.
No dejaría de ser voceador porque siente que tiene un oficio muy importante: “Es mi labor darle las noticias al ciudadano, atender al cliente, servir de algo a la ciudadanía con la información que brindan los periódicos”.
Los voceadores no solamente son importantes para la línea de producción de los periódicos, por su enorme tradición y presencia en sus puestos, poco a poco se vuelven parte fundamental de la vida de las colonias en las que trabajan. Sus clientes se vuelven sus compañeros de vida y viceversa.
Al acudir a los puestos de periódicos los voceadores siempre tendrán algún contenido interesante para ti y además, te regalarán una sonrisa.
Fotografías antiguas: Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL.
Fuentes: Archivo hemerográfico de EL UNIVERSAL y EL UNIVERSAL ILUSTRADO; entrevistas con los voceadores Rosario Ariza “Chayito”, Epifanio Valencia “El Pifas” y Eduardo “El Vale”.