La caída de Javier Duarte de Ochoa no es noticia; se sabía de antemano; era cuestión de tiempo.

El gobernador de Veracruz, repudiado por su partido, condenado por las redes sociales, enflaquecido, abandonado y harto de difamaciones y calumnias, deambulaba como zombi por los pantanos de la política. Prefirió tirar la toalla por la tele, con Carlos Loret de Mola, en vivo, en directo, y a todo color, antes que asumir la vergüenza de presentarse ante el Congreso del Estado para solicitar licencia. Mejor encargó a su secretario particular cumplir con el trámite y no dar la cara ante los diputados que fueron incondicionales de sus caprichos.

La nada sorpresiva decisión de Javier Duarte se hizo pública, horas después de un encuentro nocturno con el Secretario de Gobernación.

–¿Usted cree en coincidencias?

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