La situación económica, política y social es cada día más compleja, los acontecimientos generados desde 2008 hasta la fecha, indican que estamos en medio de una nueva crisis estructural, parecida a la vivida desde finales de la década de los sesenta hasta la primera mitad de la década de los noventa. De acuerdo con los acontecimientos, las estructuras sociales han superado sus mecanismos de funcionamiento y sin una comprensión y asimilación de lo que ocurre, es imposible dar solución a los grandes problemas que se presentan con paradigmas de políticas públicas tradicionales, que parecen estar en un proceso de finiquito.

El mundo actual muestra un proceso de cambio y de reajuste de los mecanismos de las estructuras sociales hacia el interior de la globalización propiciado por un desarrollo de las fuerzas productivas universales, materializado en los cambios extremadamente dinámicos de las tecnologías y su aplicación. Rasgos característicos del presente como: las crisis financieras y económicas recurrentes; la crisis energética caracterizada por la caída de los precios del petróleo a nivel mundial; la crisis del medio ambiente; las crisis sociales que se muestran en los niveles de pobreza y el resultado de una crisis de ética global, tal y como la clasifica Joseph Stiglitz, definen una crisis estructural, donde el ciclo de largo plazo de Kondratiev parece tener menor vigencia en el mundo actual.

La actualidad no sólo está muy lejos de la utopía redistributiva global de Thomas Piketty, sino que en la práctica no está ni ligeramente cercana a programas que propongan efectos de redistribución de la riqueza a nivel doméstico para enfrentar los procesos de pobreza global, que alcanzan la cifra de 2 mil 200 millones de personas en el mundo. El cálculo del Índice de Desarrollo Humano de 2015 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo señala que 15 por ciento de la población mundial vive alta vulnerabilidad y muchos de los programas de resiliencia gubernamentales parecen ser mas populistas, demagogos e hipócritas, o para decirlo mejor, programas descontextualizados de las necesidades de cambio reales que exige el mundo moderno.

Los escenarios han sido altamente cambiantes desde 2008, pasándose de una crisis financiera iniciada en el sector privado por el efecto de la desregulación existente en este sector en Estados Unidos, a una crisis de las finanzas públicas en las economías industrializadas y más concretamente en los países de la zona euro, a lo que hoy en día parece ser un proceso de capitalización de las economías industrializadas y de descapitalización de las menos desarrolladas. Todo parece indicar que el mundo industrializado volverá a un proceso de reconversión tecnológica, mientras el mundo en desarrollo, ante la incertidumbre global, toma medidas con visiones pragmáticas que nada tiene que ver con la realidad que enfrentan y con consecuencias impredecibles por el peso de algunas de estas naciones en el PIB mundial.

Las acciones adoptadas en política económica parecen más el resultado del empleo de un método metafísico en el estudio de la realidad, que del análisis dialéctico de un conjunto de hechos que vienen ocurriendo en la historia actual. Para algunos, los procesos devaluatorios o las limitantes en materia de política monetaria en las economías en vías de desarrollo son el resultado del proceso de apreciación del dólar estadounidense, pero en ningún momento hacen referencias a los procesos de desaceleración de estas economías y a las implicaciones sociales que traerán consigo.

Los poderes ejecutivos y legislativos de países subdesarrollados deben comprender que sin desarrollo de la industria es imposible generar empleo y traer bienestar, por tanto requiere de acciones que lo induzcan: la política de industrialización tiene que seguir siendo el motor fundamental dentro del sistema de políticas públicas en materia económica motivando un empleo más eficiente de los recursos. Los bancos centrales deben comprender que sus acciones en política monetaria tienen que ir más allá del control de la inflación y los tipos de cambios y deben preocuparse más por los problemas concernientes al crecimiento.

No hay duda que la inflación es un problema monetario y que la estabilidad macroeconómica es necesaria, pero poco se ha investigado sobre el concepto dinero en la actualidad y así pasa con otros conceptos y categorías. El mundo moderno necesita pasar de un pensamiento ortodoxo a uno heterodoxo y a estudios más eclécticos, hay que recodar en la actualidad a Max Weber, apartarnos de nuestras posiciones políticas e ideológicas y ser lo más objetivos que podamos. ¡Pensemos en el bienestar social!

Profesor del Departamento de Estudios Empresariales de la Universidad Iberoamericana.

jesus.valdes@ibero.mx

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