La Ciudad de México necesita demostrar, en su carta fundacional, que busca ser respetuosa de los derechos humanos y de la diversidad que la enriquece. Pero, ¿por qué proponemos el reconocimiento de las personas y poblaciones afromexicanas en esta Constitución? ¿Quiénes son, de dónde vienen, cuándo llegaron y por qué es importante reivindicar sus derechos?

Lejos de lo que comúnmente se piensa, los afromexicanos no son extranjeros y tampoco llegaron antier. Se trata de personas de nacionalidad mexicana que descienden de africanos que con sus conocimientos y trabajo construyeron y siguen construyendo lo que hoy es México. Principalmente, nos referimos a aquellos africanos que fueron trasladados de manera forzada al continente americano durante la época colonial, entre los siglos XVI y XIX, pero también a quienes migraron al actual territorio mexicano después de la Independencia. Los afromexicanos son la segunda raíz de la capital del país —y no la tercera—, ya que en la época virreinal, la Ciudad de México tuvo más africanos que europeos.

Durante más de cinco siglos, las contribuciones económicas, sociales, culturales y políticas de las poblaciones afromexicanas han sido significativas en la conformación pluricultural de la Ciudad de México. Y lo siguen siendo hoy, ya que según la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI, la capital tiene más de 160 mil personas que se reconocen de este modo, lo que la ubica entre las cinco entidades con mayor número de afrodescendientes.

Se trata de personas y poblaciones que enfrentan racismo y discriminación, y cuyos derechos se vulneran con mayor énfasis. Los niños y adolescentes afromexicanos viven acoso escolar por su tono de piel, su cabello, su forma de hablar, su pertenencia étnica, no sólo por parte de compañeros, sino también de docentes y directores. Están obligados a usar libros de texto que hablan de razas humanas siendo que éstas no existen en términos biológicos; materiales que niegan la presencia y los aportes de las personas de origen africano en la historia y el presente de su propio país, lo que conduce a un desconocimiento generalizado.

Son jóvenes mexicanos como cualquier otro, pero ellos son detenidos arbitrariamente cuando transitan en la calle rumbo a su trabajo, camino a su casa o a la universidad. A ellos, se les niega el empleo, a pesar de cumplir con todos los requisitos. Se les insulta en la calle. Se les exotiza, erotiza y sexualiza. Se trata de mexicanos, como cualquiera, pero a ellos sí se les exige enseñar documentos adicionales y testigos para demostrar su nacionalidad. Su acceso a la salud se les niega, se les cuestiona, se les demora.

México se ha comprometido a cumplir diversos instrumentos internacionales. Desde hace 40 años la Convención Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial es vinculante para el Estado Mexicano y recientemente suscribió el Decenio Internacional de los Afrodescendientes 2015-2024 (ONU), cuyo lema es “Reconocimiento, Justicia y Desarrollo”. Éstos establecen prescripciones y lineamientos para combatir el racismo y las diversas formas de discriminación hacia esta población, generar estadísticas e informes, así como promover la creación y aplicación de marcos jurídicos nacionales e internacionales en su favor.

El proceso de redacción de la Constitución Política de la Ciudad de México representa una oportunidad inigualable para dar cumplimiento a estos compromisos internacionales, saldar la deuda histórica que se tiene con la población afromexicana del país y garantizar sus derechos. Es un asunto de reconocimiento, derechos y justicia.

Cristina Masferrer León es integrante de
Afrodescendencias en México Investigación
e Incidencia AC, e investigadora de
la Coordinación Nacional de Antropología
(CNAN-INAH). Sergio Ramírez Caloca
es integrante de Afrodescendencias en
México Investigación e Incidencia AC

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