La reciente muerte de tres vaquitas marinas en la zona donde opera el Programa de protección de este mamífero marino —en grave peligro de extinción—, es el argumento más contundente para afirmar que las medidas de conservación, anunciadas hace un año (16 de abril del 2015) por el gobierno de Enrique Peña Nieto, no son efectivas. La pregunta es: ¿por qué?

Los ejes principales del Programa de protección de esta especie —endémica de México— son la prohibición por dos años del uso de métodos de pesca como las redes de enmalle, en las cuales las vaquitas quedan amarradas de manera incidental; el aumentar el área de protección de este mamífero marino a todo su rango de distribución; y la compensación económica para los pescadores, a quienes se les pidió renunciar a su actividad. Sin embargo, al estar hablando de decesos en lugar de celebrar el aumento del número de ejemplares del panda del mar, nos preguntamos si estas medidas son las correctas o no, si realmente se están aplicando, o se aplican a medias.

Revisemos una a una:

La prohibición por dos años del uso de métodos de pesca que amenazan a la vaquita no es suficiente dado que la población es muy escasa (en la última expedición del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita sólo se avistaron 28 ejemplares, 70% menos que en 2008) y dos años no son suficiente para la recuperación de la población. Esta prohibición debe ser permanente.

Aumentar el área de protección de este mamífero marino a todo su rango de distribución (más de 30 mil km2) es una buena medida, si y sólo si, se asignan los recursos suficientes para realizar la vigilancia de manera efectiva. La solución es dotar de personal humano y técnico necesario para que el área sea cubierta con eficacia.

El gobierno prometió drones, embarcaciones con cámara, imágenes satelitales de lo que ocurre en el mar pero hasta ahora los resultados presumidos por las autoridades giran en torno a los decomisos —hechos en tierra—, de buches de totoaba, cuya pesca, cabe destacar, tampoco está permitida.

Lamentablemente los hechos demuestran que la vigilancia ejercida actualmente no es efectiva. Las necropsias de las vaquitas muertas revelaron lesiones similares a las provocadas por las redes de enmalle, es decir, aunque están prohibidas, en realidad se siguen utilizando ante la imposibilidad, o falta de voluntad para vigilar en alta mar.

Respecto a las compensaciones económicas para quienes dejen de pescar, es un absurdo pedirles que renuncien a su principal actividad económica. El programa de compensación debe reformularse para retribuir a los pescadores que cambien a artes de pesca alternativas, en lugar de compensarlos por no pescar. Para ello el gobierno federal debe comprometer plenamente a Semarnat, Conapesca, Inapesca y la Semar en el diseño de un programa de investigación y desarrollo de artes de pesca para escama, que sustituyan las redes de enmalle.

Como mexicanos queremos conservar esta especie porque de perderse se alterará la funcionalidad del ecosistema afectando a todas las especies, repercutiendo en la riqueza y abundancia de los aprovechamientos de pesca y con ello la actividad económica de la zona y sus habitantes. De no hacerlo, está de más decir que México se arriesga a un embargo pesquero por ser responsable de una afectación directa al ecosistema marino.

Lo único bueno de saber qué hay detrás de las fallas en el Programa de conservación de la vaquita es que el gobierno federal puede rectificar la ruta. Esperemos que así lo haga.

Coordinadora de Comunicaciones de Greenpeace México desde 2009

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