La convención del Partido Demócrata celebrada en Filadelfia postuló, por primera vez en su historia, a una mujer para ocupar la Casa Blanca, Hilary Clinton. Sin embargo, con un acto calificado por Dan Balz (Washington Post, 27-07-2015) como de "ruptura en una estrategia de fuerza" Donald Trump, con la declaración sobre la posibilidad de que Rusia entregue los más de treinta mil correos electrónicos de su opositora al FBI, provocó caos y llamó la atención, atrajo los reflectores de los medios de comunicación, lo que redujo el impacto de la noticia de los demócratas.


Desde Miami, en una conferencia de prensa al más puro estilo trumpiano, el candidato republicano aprovechó para restarle espacios mediáticos a su contrincante y repetir las ideas fundamentales de su campaña: la incompetencia de los políticos profesionales y del gobierno, la conveniencia de que los no-políticos corrijan el rumbo, la pérdida de autoridad de EU en el mundo, el pésimo gobierno de Obama, la gran desventaja que representa para EU los tratados de libre comercio que ha firmado, por la pérdida de empleos en su territorio por el traslado de los mismos a México y la imputación a los inmigrantes de que son los culpables de la inseguridad en su país.


Este discurso contrasta con el optimismo que irradia de la convención demócrata en la que el gobierno de Obama ha sido muy bueno, Hilary es la persona más preparada para la presidencia y todos están unidos en un proyecto común, hasta el senador Sanders que aparentemente endosó en blanco su capital político a favor del establishment.


La pregunta que deberá resolver el electorado norteamericano es muy similar a la que se plantea al resto del mundo: cuál es el futuro del modelo político que triunfó con la caída del muro de Berlín? La idea de la muerte de las ideologías de Fukuyama dio paso al resurgimiento de los pragmatismos más feroces: el nacionalismo, el racismo y la libre empresa como vías para la exclusión del otro en beneficio de un grupo poderoso y mejor organizado o de los individuos que controlan parte del mercado.


En este contexto, se inscribe el discurso de Obama que destaca que la próxima elección confronta dos modelos de hacer política, y la realidad de que hay un caldo de cultivo propicio para que las propuestas de campaña sin sustento de ninguna índole y contradictorias sean bien recibidas y generen preferencias en el voto favorables al discurso antisistémico.


De ahí que es conveniente seguir el desarrollo del proceso electoral norteamericano, más que por las referencias positivas (demócratas) o negativas (republicanos) a lo mexicano, que es un tema importante en las campañas, es importante el seguimiento por lo que pudiera ocurrir en nuestra realidad en los años venideros. Lo destacable es que las calificaciones desfavorables para ambos candidatos son elevadas y ello refleja la polarización de las posturas de los ciudadanos frente al fenómeno político, algo que ya pasa en parte de Latinoamérica y en Europa, como si fuera un espejo, un efecto de la globalización.


El gran escape de las desigualdades originadas por la postguerra a que se refiere Deaton requiere de un nuevo arreglo político en el que los excluidos del desarrollo, como son los migrantes, la economía informal y las minorías, tengan voz y voto efectivos con base en una propuesta de cooperación, no disruptiva, ni reproductora de esquemas tradicionales.  Ese es el reto.

Profesor de Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac del Norte

cmatutegonzalez@yahoo.com.mx

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