París. Hoy les escribo desde un café parisino con olor a curry cerca de la Gare du Nord, al norte de la ciudad. Un barrio repleto de migrantes donde el plato del día es pollo al curry preparado por Indios de Bombay.

Estoy en La Catrina, un cafecito y bar en la esquina de Rue de Valenciennes, mis colegas mañaneros son, en su mayoría, africanos, pakistaníes, musulmanes, rusos y polacos. Es un París muy distinto al que fotografió Brassäi.

Hoy escribo desde un IPad y en cuestión de segundos esta columna estará en la redacción del diario. Antes, en el siglo XX, al arranque de los 90, cuando vivía en París como estudiante y usábamos francos, escribía en servilletas y las mandaba por correo. Tardaban tres semanas en llegar a México.

En 1992, cuando estudiaba periodismo por acá, lo más avanzado era el Minitel, un invento francés que usaba la línea telefónica para compartir datos. Una innovación que se esfumó con la aparición del Internet. Vamos, hoy ya ni existen las cabinas telefónicas que antes inundaban las calles de París.

Este ya no es el París de Hemingway ni de Picasso y mucho menos el que fotografió Cartier Bresson o Brassäi. Este es un París del futuro, con migrantes de todas las regiones del planeta circulando por su barrios. Son calles repletas de pakistaníes, indios, peruanos, polacos, croatas, rusos y kosovares entre vietnamitas y africanos apurados para tomar el metro. Y por ahí uno que otro francés.

De hecho, aquí, en este cafecito de la esquina, el único francés es el barista que atiende el lugar y que curioso me pregunta sobre lo que escribo; le cuento que nada en especial, que si acaso junto letras sobre su buen café y delicioso croissant y que, por cierto, en pocas horas será visto por miles en las páginas de un diario mexicano del otro lado del mundo; y que compartiré con mis lectores a través de una imagen tomada con el iPhone, eso sí, lo tranquilizo, mañana podrás verlo también en tu celular sin problema a través de la red.

En un mundo como el de hoy, donde los jóvenes vienen a Notre Dame para tomarse una selfie para “recordarse a sí mismos” y no lo que ven. En un planeta donde la generación selfie es lo de hoy. En un contexto donde el narcisismo se expande a la par de la red. En un mundo así, ¿por qué no compartirles a ustedes el cuernito que me comí esta mañana en París? Bonjour.

@MxUlysses

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