Yo estoy, como tantísimas personas ciudadanas mexicanas: con ganas de no votar. La temporada de campañas, spots y peroratas de inútiles e infecciosos candidatos y líderes políticos me tiene a mí, como a tantos otros, hastiado hasta el vómito.

Muchos de los candidatos y candidatas me parecen absolutamente carentes de convicciones, sean políticas o de cualquier índole. Saltan de petates como chinches pedorras; de un partido al otro. Las plataformas y los idearios políticos les valen un ajonjolí.

En las “campañas” se acusan los unos a los otros de corruptos, holgazanes, ineptos, cuatreros y demás. Uno oye que un partido de un color acusa al otro, de otro color, de esas cosas, y que el otro, en reciprocidad, le saca al contrincante sus trapos al sol, tan o más malolientes y puercos. Y lo peor, es que uno oye eso, y se dice: ¡tienen razón!

México está sumido en la peor crisis de derechos humanos de su historia postrevolucionaria. La insensibilidad de los participantes en esta “contienda electoral” respecto de los problemas verdaderamente graves, es repugnante. Guardan un silencio casi absoluto respecto de la tortura y las desapariciones, prácticas extendidas en gran parte del territorio del país, a causa de la violencia provocada, entre otras causas, por la política de militarización de la seguridad pública decidida por Felipe Calderón y que Enrique Peña no ha sabido revertir, en México hay miles y miles de personas desplazadas internamente; la mayoría de ellas ni siquiera sabe que son víctimas de violaciones a sus derechos. ¡Nada escuché de esto en las campañas! (¿Y ya vieron que en el “enfrentamiento” de Tanhuato es posible que haya habido torturados, incluso castrados, a manos de agentes federales?)

Pero no votar por nadie, después de mucho pensarlo, no es opción, pues eso le conviene a los partidos, pues el voto nulo no computa para determinar el porcentaje de votación obtenida por cada partido en lo individual, lo que pudiera provocar la cancelación de su registro por falta de apoyo ciudadano. El anulismo y el abstencionismo no cuentan para efectos de ese cómputo. ¡Claro! Está hecho para que ellos, los mugres partidos, sean los que se beneficien. Entonces, ya lo pensé bien. Voy a votar, aunque sea un mal necesario, pues si sirviera de algo, anularía mi voto.

Lo que sería maravilloso es que se diera el Ensayo de la Lucidez de Saramago, y que nadie, pero lo que se dice, nadie, fuera a votar. Pero como eso es imposible, habrá que salir a votar (antes de ver el partido).

Mañana algunos electores tendrán la oportunidad de votar por alguna candidata o candidato ¡sin partido! Eso es un gran avance que costó mucho trabajo lograr. Todavía la legislación en la materia tiene muchas deficiencias, pues no es fácil registrar a un candidato independiente, pues a veces los requisitos son tan gravosos que, casi es más fácil constituir ¡otro partido! ¡Nooo!

Pero esto no quiere decir que la salida sea votar por los independientes. Como por ahí leí en un tuit: “no por independiente, se vuelve decente”. Ya vimos algunos casos de personajes horripilantes que van por la libre buscando el voto popular. Así que, eso no es necesariamente la solución. Claro, si el o la independiente tiene buena reputación y buenas propuestas, yo elegiría esa alternativa, pues se conjugarían dos beneficios: votar por una buena opción y no engordarle el caldo a ningún partido.

Además, hay que fijarnos bien por quienes vamos a votar, pues en el caso de diputados federales, por ejemplo, quienes salgan electos, serán susceptibles de ser reelectos. Este es otro gran avance, pero que es un arma de doble filo. ¡Mucho ojo!; no vayamos a poner ahí a quienes, nomás por el afán de quedarse de “representante popular” toda la vida, sea otro que nomás calienta la curul.

Está difícil la cosa, pero no nos queda de otra: ¡A votar!

Integrante del Comité contra las desapariciones forzadas de la ONU.
@CORCUERAS

Google News

Noticias según tus intereses