Todo diplomático es de alguna manera un peregrino; emprendo ahora con alegría mi Camino a Santiago.
Mi salida de Moscú, donde he tenido el honor de ser Embajador de México durante los últimos tres años y medio, me produce sentimientos encontrados. Por un lado, no tengo más que gratitud profunda hacia esta nación rusa, su gente, su historia, su cultura. Fue enormemente enriquecedor aprender de sus tradiciones y de su visión de la vida y del mundo. Me voy con gran satisfacción profesional y personal, y sé que siempre me acompañará la nostalgia por estas tierras. Quedan tareas pendientes. Estoy seguro que quien me suceda avanzará en la profundización de las relaciones con este gran país.
Celebro, sin embargo, el motivo de mi salida: es un honor haber sido designado por el Presidente Enrique Peña Nieto Embajador de México ante la República de Chile. Regreso a nuestra región latinoamericana de la que, en cierto sentido, nunca he salido por ser tan cercana a mi corazón.
He tenido un proceso de ratificación muy afortunado, pues voy con instrucciones muy precisas de la Canciller Ruiz Massieu y me llevo con claridad el sentido de la importancia que el Senado de la República concede a esta relación.
Nuestra estrecha relación con Chile ha sido cada vez más dinámica y de amplio espectro, ya en 1998 firmamos el Tratado de Libre Comercio y en 2006 el Acuerdo de Asociación Estratégica, del que se deriva un Fondo Conjunto de Cooperación.
Estos acuerdos han detonado significativas inversiones mutuas entre nuestras  economías, las que son complementarias en muchos aspectos. Nuestra tarea ahora será profundizar los lazos económicos y dar mayor valor agregado a las exportaciones, además de fortalecer este nuevo modelo de integración.
El flujo turístico y la conectividad aérea han crecido, y los intercambios culturales son muy frecuentes y significativos. Seguiremos avanzando en estas tareas.
La relación con Chile no puede medirse sólo en meros términos de intercambio comercial. Los instrumentos que hemos firmado no sólo han acelerado ese intercambio, sino que también han permitido tener un diálogo político dinámico y continuo, tanto a nivel bilateral, como regional e internacional. México y Chile son compañeros en foros internacionales como la ONU, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y tienen un índice alto de coincidencias en sus posiciones frente a diferentes temas.
Mención aparte merece la Alianza del Pacífico, cuya génesis se dio en Lima en 2011 y de la que Chile y México, con Colombia y Perú, son miembros fundadores. No sólo es un acuerdo comercial y un mecanismo de integración profunda, representa además una visión compartida, un destino común.
Debemos ahora dar un mayor impulso para establecer cadenas de producción entre los países de la Alianza, con el fin de dar valor agregado a productos para el mercado internacional. México y los países de la Alianza del Pacífico están desarrollando un nuevo paradigma en materia de integración.
El 31 de junio y 1° de julio próximos Chile será sede, en Puerto Varas, de la XI Cumbre de la Alianza del Pacífico y recibirá de Perú la presidencia Pro Témpore, que ejercerá por un año. La delegación de México estará encabezada por el Presidente Enrique Peña Nieto.
Mi misión en Santiago de Chile comienza con intensidad. El 15 de junio tendré el honor de presentar mis cartas credenciales a la Presidenta Bachelet. Ese mismo día, por la tarde, participaré en un evento con el empresariado chileno, mismo que organizamos en conjunto con la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), sobre el futuro de la Alianza del Pacífico.
Como Embajador de México, emprendo esta nueva misión con entusiasmo. En lo personal, habiendo visitado Santiago más de una docena de veces en mi carrera, saboreo de antemano la perspectiva de regresar a esa gran capital y poder recorrer ese país hermano.
Mi primer jefe en el exterior, en Naciones Unidas, hace ya casi 30 años, es un chileno hoy destacado abogado y tengo la fortuna de contar con excelentes amigos en ese país. Viajo con la certeza de que, entre su gente, me encontraré como en casa.
Soy un diplomático muy afortunado. Soy un peregrino que emprende con alegría  su Camino A Santiago.
Nota a un amigo: Parto a Santiago, querido Humberto, llevando bajo el brazo la copia del Canto General de Neruda que me regalaste. Será mi guía.


Embajador de México en Chile

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