La fiesta de los toros ha producido en sus diferentes expresiones, un gran acervo cultural que se ha consolidado y nutrido de manera popular a través de los siglos. Por sí misma, la fiesta brava tiene un contenido lingüístico, un orden, un ceremonial y una jerarquización formal que difícilmente se puede comparar, es por ello que en España es reconocida como la Fiesta Nacional y en muchos otros lugares alrededor del mundo, cómo lo es el caso de varios estados de la República mexicana, donde se le ha reconocido mediante decretos como Patrimonio Cultural Inmaterial.

La fiesta brava representa un pasado ancestral y se manifiesta mediante diversas perspectivas antropológicas, las cuales resaltan cierta conexión con hábitos y costumbres tradicionales. Tal y como lo relata Pedro Mesía de la Cerda en su texto Discurso de la Caballería del Torear, escrito en el año de 1653, quien explica que el toreo llegó a ser una práctica exclusiva de la nobleza, y no es hasta el siglo XVIII cuando los toreros de “a pie” sustituyen a los nobles en la ejecución de las suertes.

Con el surgimiento del llamado “toreo plebeyo”, surge también la socialización de una práctica que, mediante sus connotaciones sociales, simbólicas y estéticas, ha inspirado la imaginación de propios y extraños para plasmar en diversas creaciones las distintas facetas de la tauromaquia.

Picasso, Botero, Goya, García Lorca son algunos de los nombres de artistas plásticos y poetas quienes han dimensionado a la tauromaquia a través de sus obras. Y es que resulta difícil negar la trascendencia de una fiesta en donde se entrelazan el color, la geometría, el movimiento y la energía.

El esplendor de la fiesta de los toros ha sido fuente de inspiración para la escultura, la música, la pintura, el teatro, la ópera, la danza, el cine, el canto, y ha posibilitado la creatividad en relatos líricos, poesía, novelas, anécdotas y leyendas populares, así como diversas expresiones en el lenguaje, modismos y hasta en la indumentaria de campiña y urbana.

La Tauromaquia es un factor importante en la economía de miles de familias del campo y las rancherías, pero también de aquellas que viven en la ciudad. Esta es su realidad cultural y, como a los libros, quien quiera leer uno, lo hará por propia voluntad, gusto o interés; nadie le puede coartar su libertad de hacerlo o impedirle el placer de la lectura destruyendo bibliotecas; en el caso de la fiesta brava, la pasión e inspiración que de ella emanan tampoco acabarán al intentar cerrar las plazas.

Senador de la República

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