El ejercicio del poder tiene una cita permanente con la historia. Los primeros años de este nuevo siglo muestran avances trascendentes en la consolidación de un sistema internacional de naciones que en su mayoría conviven de manera pacífica y soberana, y respetan, en mayor o menor medida, los acuerdos internacionales vigentes en temas económicos, sociales, ambientales y los correspondientes a los principios de defensa de derechos humanos, justicia, libertad y equidad.

Es evidente que la consolidación del Estado-nación durante el siglo XX dio como resultado la conjura del totalitarismo para dar cabida a proyectos democráticos que tienen nuevas tendencias y compiten con ofertas pragmáticas de satisfacción de necesidades.

Parece ser que la era de paz generalizada, o mejor dicho una paz carente de amenazas militares a gran escala, ha permitido que los grupos que integran los mosaicos plurales en muchas naciones levanten la voz para defender sus ideas y aspiraciones.

En distintos países parecen coincidir fenómenos políticos, económicos y sociales, en los que ciertos grupos de presión ejercen su derecho de oponerse a los gobiernos tomando como motivo actos indebidos o de dudosa transparencia.

En España y Gran Bretaña conviven movimientos regionales que reclaman mayor autonomía que de cuando en cuando amenazan con su independencia.

En Latinoamérica se registran grandes movimientos sociales antagónicos a los gobiernos que reclaman la conclusión anticipada de los mandatos de sus respectivos gobiernos, sin considerar el gran riesgo que implica trastocar el orden institucional y abrir la puerta a la anarquía, o, peor aún, al populismo autocrático. En contraste, mientras que por un lado los ciudadanos se movilizan, por otro lado los gobiernos se reconcilian. Las tensiones profundas de ayer, hoy se suavizan en la relación de Estados Unidos con Cuba al reconocer ambos países que las posiciones que los dividieron y confrontaron, hoy pueden hacerse a un lado para abrir un diálogo formal por la vía diplomática que quizá pueda iniciar el largo camino de superar rencores y perdonar ofensas.

Es evidente que hay una falta de sincronía entre los plazos de las decisiones gubernamentales y los beneficios que la población percibe y recibe. Es un fenómeno que debe ser atendido para lograr la consolidación del Estado-nación del siglo XXI, cuya misión ya no es defender sus fronteras mediante la confrontación bélica sino promover mejores condiciones de vida para los ciudadanos. Esta es la más ambiciosa apuesta del sistema internacional de naciones para contrarrestar los problemas que retan la estabilidad de los sistemas políticos y vulneran el ejercicio del poder. Son desafíos resultantes de la concentración de actividad económica en naciones desarrolladas que generan flujos migratorios, violencia, crimen, reclamo social y violación de los más elementales derechos humanos.

En el escenario actual vemos que hay naciones que aún se encuentran en una etapa de asegurar su viabilidad, mientras otras buscamos participar activamente en el proyecto económico de competitividad global, y otras buscan preservar los beneficios derivados de su rango de potencia económica y militar.

Es encomiable que los ciudadanos busquen ejercer el poder que les otorga la democracia para exigir a sus gobiernos resultados positivos. Este solo hecho es muestra de que la cultura democrática ha permeado en distintas regiones del planeta, y afortunadamente no da señales de detenerse.

La cita con la historia ofrece la gran oportunidad de innovar procesos de decisión, superar agravios pasados, pero sobre todo de acercarnos al cumplimiento de nuestros ideales.

Rúbrica. Caminito de la escuela. Después de mucho habrá regiones del país que nuevamente tendrán su primer día de clases y un segundo y un tercero...

Político, escritor y periodista.

@AlemanVelascoM

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