Trump está arriba en prácticamente todas las encuestas en las primarias del partido republicano para la candidatura a la presidencia de Estados Unidos. Más aún, su ascenso  en dichas encuestas a lo largo de las últimas semanas ha sido tan contundente, que más de un analista se ha quedado con la boca abierta. Sin embargo, si usted observa varios de los últimos procesos electorales en diversas partes del planeta, el “fracaso” de las encuestas para “predecir” los resultados electorales, termina siendo la nota principal. Desde el referéndum en Escocia, hasta las últimas elecciones en Reino Unido, en Israel o incluso en varias elecciones de nuestro propio país, la constante es esta: algo parece estar sucediendo, y no en un solo sitio, que ocasiona que las mediciones de intención de voto parecen terminar “equivocándose”. Y entonces muchos nos preguntamos ¿qué tan precisas son en realidad las encuestas electorales? Quizás el error es justamente hacernos preguntas como esa y más bien tendríamos que preguntar: ¿qué es exactamente lo que esas encuestas están midiendo y qué es lo que realmente nos están diciendo? Este cambio de planteamiento resulta enormemente relevante pues probablemente estamos entendiendo poco acerca de las nuevas condiciones en las que la opinión pública se mueve. Hoy, cuando muchos hablan de su sorpresa ante el ascenso de Trump, vale la pena analizar ese caso como ejemplo.

Hace unos años, Nate Silver se hizo famoso por su blog en el New York Times, el FiveThirtyEight. A diferencia de otros analistas, Silver utilizaba un método que combinaba promedios de encuestas estado por estado, con cálculos matemáticos complejos que incluían temas como el comportamiento pasado del electorado en distintas partes. Silver nunca nos decía quién iba arriba en ciertas encuestas; lo que él decía era quién tenía las mayores probabilidades de ganar. Su disputa con otros analistas repuntó cuando Obama había salido muy golpeado de uno de los debates con Romney, y las encuestas empataban a ambos o ya algunas daban la ventaja al republicano. Por contraste, Silver seguía dando a Obama alrededor de 80% de probabilidades de ganar. Al final, las predicciones de Silver, estado por estado, se confirmaron casi en su totalidad.

Bien, pues hoy el mismo Silver está dando a Trump solo un 2% de probabilidades de convertirse en el candidato republicano. Las razones están explicadas en su blog (el cual ya no está en el NYT) y son en esencialmente las siguientes: (a) Las encuestas, nos dice, están siendo efectuadas en momentos en los que la atención del electorado no se encuentra mayormente en las primarias republicanas, sino en muchas otras cosas. Tradicionalmente, la atención de la gente sobre las primarias empieza a crecer a partir de noviembre, y mucho más adelante, cuando ocurren las primeras votaciones en febrero en Iowa y New Hampshire, (b) Los medios han otorgado una cobertura a Trump que básicamente duplica la cobertura que ha recibido su más cercano contendiente, (c) Por consiguiente, cuando la mayor parte de estadounidenses que solo escucha de pasada algo acerca de esta competencia republicana, contacta los medios, las probabilidades más altas son que oiga hablar acerca de Trump, quien efectivamente se ha logrado montar en el descontento existente. Las preferencias electorales por Trump han ido escalando a medida que la cobertura mediática de su persona y candidatura ha ido en ascenso, (d) Silver concluye que su campo de apoyo está sobrerrepresentado, y que a medida que la atención y escrutinio del electorado vaya creciendo, muchas personas se irán paulatinamente informando de otras candidaturas, sobre todo cuando la mayor parte de los 17 candidatos empiece a abandonar la carrera y endose a otros candidatos. Porciones del electorado que actualmente están fragmentadas, se irán sumando a candidaturas distintas a la de Trump, (e) Por último, en la última fase vendrá todo el peso del establishment republicano en favor de quien sea su candidato de preferencia, el cual no será Trump.

Bajo esa lógica, no es que las encuestas actuales estén fallando, sino que están midiendo al electorado en un momento muy específico de la competencia electoral, en la cual Trump se encuentra sobrerrepresentado tanto en la cobertura mediática como en la opinión pública. Esos elementos van a cambiar conforme sigamos adentrándonos en el proceso electoral, pero no antes de algunos meses.

En un panorama más amplio, eso nos dice algo que si bien ya es lugar común, a veces parecemos obviar: las encuestas no son otra cosa que fotografías de momentos muy concretos y se mueven a medida que cambian las condiciones de la opinión pública y sus percepciones.

Por tanto, dos preguntas: (1) ¿Qué durabilidad tendría esa fotografía tomada por las encuestas si la opinión pública hoy se mueve a velocidades que nunca antes habíamos conocido? y (2) ¿Qué pasaría si debido a factores relacionados con eso mismo, determinados sectores de esa opinión pública resultan sobrerrepresentados? Hipótesis: bajo esos dos supuestos (y otros que no menciono), probablemente dicha fotografía tomada hoy, podría experimentar muchas más variaciones de las que creemos en un tiempo mucho menor al que anteriormente estábamos acostumbrados.

Es decir, nunca antes habíamos estado expuestos a semejante cantidad de información en tan poco tiempo. Smartphones y aplicaciones para acceder a las noticias al instante, portales cuyas notas destacadas difícilmente alcanzan las primeras planas de los impresos del día siguiente, y redes sociales cuyos hashtags duran horas o minutos, son factores que hacen que nuestra atención se encuentre continuamente dispersa al respecto de determinados temas, y en cambio, altamente concentrada en otros. Basta entonces que la narrativa mediática y la conversación en redes se dirija abrumadoramente hacia Trump, para que su presencia quede sobrerrepresentada y por consiguiente, muchos perciban que él es quien enarbola el descontento que un amplio sector de la población estadounidense actualmente manifiesta. Si tomamos entonces la fotografía en estos instantes, Trump estará muy arriba y quizás siga subiendo durante meses. Nate Silver dice que las probabilidades de que su ventaja se sostenga, a medida que las primarias sigan avanzando hasta bien entrado el 2016, son enormemente bajas. Puede tener razón; hasta ahora se ha equivocado muy poco.

La hipótesis más relevante, sin embargo y pensando en una visión mucho más global, es que las encuestas podrían no estar propiamente “fallando”. La falla, quizás, está en las preguntas que pretendemos que las encuestas nos respondan, y las conclusiones que de ellas extraemos.

Twitter: @maurimm 

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